Aún no es definitivo, pero la propuesta ya es firme: desde 2012 los fabricantes de vehículos deberán reducir las emisiones de CO2 a 120 gramos kilómetro recorrido, bajo pena de ser sancionados. Sin embargo, en el caso de que se aprobase esta directiva, los constructores aún tendrían una válvula de escape: asociarse entre sí para unificar sus umbrales de contaminación. O dicho de otro modo, los que emitan menos de 120 gramos de CO2 podrán vender el resto a los que emitan más. Los más perjudicados, claro, serán los coches más potentes. Actualmente, los coches europeos emiten 163 gramos de CO2 kilómetro recorrido de media. El objetivo es que antes de 2012 las emisiones se reduzcan hasta 130 gramos; el sobrante hasta los 120 de la norma se conseguirá mediante el uso de biocombustibles, neumáticos, marchas y aire acondicionado más eficientes. Lógicamente, a las marcas más potentes, como Mercedes o BMW, cuyos vehículos emiten una media de 173 gramos kilómetro, deberán realizar un esfuerzo superior a otras como Renault, Fiat y Peugeot, cuyas emisiones actuales rondan los 144 gramos.
Por este motivo la Comisión ha previsto que, antes de llegar a castigar el exceso de emisiones con sanciones, las empresas más adelantadas podrán intercambiar tecnología con las más retrasadas tecnológicamente hablando. Además, unas y otras podrían asociarse para disfrutar de una ‘cuota de emisiones conjunta'.
Aunque si todo esto no causa el suficiente efecto, está prevista la introducción progresiva de sanciones económicas a partir de 2012: en principio, la casa deberá pagar 20 euros anuales cada gramo de más que emita cada uno de sus coches nuevos; en 2015, esta cantidad podría haber aumentado hasta 95 euros.
Sin embargo, hay una posibilidad de escape para las empresas de vehículos más contaminantes, aunque no para la ecología: podrían incluir las sanciones dentro del precio final del coche, ya que al ser un producto destinado a público de un alto poder adquisitivo no disminuiría la demanda de los mismos.
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