No pierden el tiempo. Ha sido escuchar el parte médico del detenido y acusar al gobierno de ‘achicar la democracia'. No han esperado a la investigación judicial, como recomienda cualquier asomo de prudencia. Hablar de un ‘achique' de derechos es culpar a la Guardia Civil de haber torturado al pistolero para obtener información o el sple placer de darle ‘una mano de pintura'.
La actitud del nacionalismo es un ejemplo más de su batasunización, de la adopción de formas y maneras de los proterroristas, en una competencia ser más que ellos, y ocupar su espacio político. Si estos dos pistoleros hubieran disparado en la nuca de los guardias civiles, los que hoy acusan a las fuerzas de seguridad de torturas, les habrían subido al altar de los héroes de la patria vasca.
Perseguir a un pistolero no es un juego de niños. Detener a un etarra no es una tarea rutinaria y burocrática sino un cometido que se hace en nombre de la seguridad y de la libertad de todos. Si para atraparle es necesario el uso de la fuerza que opone resistencia, la fuerza de los encargados de la seguridad debe ser la que se ponga.
Con declaraciones como la de ayer, el gobierno vasco se pone del lado de los que dicen que atrapar terroristas es una forma de opresión del ‘pueblo vasco'. Han sentenciado a la Guardia Civil, y esa declaración alenta el odio, y el perverso razonamiento que suele anidar en quienes asesinan a los agentes de la benemérita con un frío tiro en la nuca. El País Vasco está hoy gobernado una cuadrilla de sinvergüenzas que se disfrazan con un vestuario democrático que les viene corto y estrecho.










