En la Tierra a miércoles, diciembre 17, 2025

LA CORRALA

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Es en lo que hemos convertido las grandes ciudades españolas en un proceso de metismo descomunal con otras urbes nada ejemplarizantes en este campo. Ya podíamos copiarles en otras cosas.

Hace unos días estaba citado con una dama en una recoleta plaza de un barrio residencial de Madrid. Ante el habitual retraso de mi amiga, decido abandonar el coche y estirar las piernas en la soledad del lugar hasta que comienzo a vislumbrar, no sin cierta alarma,  que no estoy solo y que todos y cada uno de los edificios que conformaban la zona estaban dotados con sistemas de video vigilancia y que yo era el protagonista involuntario de la miserable filmación. Conté hasta 16 ojos de todo tipo y alcance.  Abandone el lugar entre espantado e indignado, no sin antes comunicar el cambio de lugar de la cita

Según estudios publicados, conocidos y digeridos casi todos, un país como Inglaterra cuenta con la presionante cifra de 4,2 millones de cámaras de seguridad, una cada 14 de sus habitantes. Nadie puede dudar que la rentabilidad de la inversión en este sector está más que asegurada.  Esta descomunal cifra de espías ocultos hace que un ciudadano sea grabado entre 300 y 400 veces día en una ciudad como Londres. Una realidad que ni el propio Orwell podía haber soñado cuando en su cerebro se cbreaban las ideas del gran hermano o de 1984.

Ante este disparate que en España empieza también a alcanzar prociones descabelladas y que puede que incremente el nivel de seguridad de nuestro país aunque hasta ahora nadie lo haya demostrado, el ciudadano* ha asumido su triste papel de actor pasivo, tándole muy poco su derecho a la privacidad, que si no le graban la calle, presenta instancia en el diario de Patricia. No en vano, "Camera café" es un espacio líder en la televisión española, haciendo bueno aquello de que tenemos lo que nos merecemos en un claro reflejo como alguien ya ha dicho de cómo es de desconfiada, recelosa y ávida de control la sociedad moderna.

 

Aeropuertos, calles, gasolineras, taxis, urbanizaciones, piscinas, aparcamientos, ministerios, garajes privados, supermercados, bancos, colegios e institutos,  metros, trenes, hoteles, autobús, la propia empresa en la que trabajamos… cada vez son más los lugares en los que nuestra agen queda grabada, mientras los motivos para vigilar son inagotables. Miles de cámaras distribuidas toda la ciudad vigilan y controlan a los transeúntes sin que éstos se percaten de ello, aunque tal dispositivo no pide que le rompan la crisma a José Luis Moreno, que los robos en joyerías se disparen año tras años y que grafiteros y huelguistas pongan a la ciudad de chupamedomine saludando al tendido o sea, a las cámaras que les graban, tras cometer sus fechorías.

Nadie oculta nada y todos sabemos que miles de videocámaras repartidas selectivamente nos vigilan, controlan y atentan contra nuestro elemental derecho a la privacidad. Hasta tal punto el asunto es preocupante, que las ágenes que captan estas cámaras permitirían seguir los movientos de una persona durante todo un día a lo largo y ancho de su ciudad.

Se afirma que en la terminal 4 del aeropuerto de Barajas hay ni más ni menos que 4.500 cámaras; que el Metro de Madrid  lleva colocadas cerca de 4.000 para controlar sus instalaciones y que desde que entras en un parking, accedes a un banco o caminas la calle, tus movientos están siendo meticulosamente controlados. Vamos, una pasada.

Si esto ocurre y nadie pone en duda que sea legal, aunque lo de la legalidad comienza a ser hoy hoy un término escasamente respetable, se genera un agravante cuando  muchas empresas y las propias administraciones públicas, vulneran la normativa de manera reiterada e insultante y no avisan siquiera de que una cámara te está grabando. Incluso el gran hermano los que mandan reconoce que es posible saber el número de monitores que hay en los comercios, ni si sus dueños cumplen la normativa de grabación, acceso y rectificación que recoge la Ley que, al parecer, está para protegernos.

Por haber, hoy ya hay hasta un tal en Intet  cuya dirección no vamos a facilitar, ¡faltaría más! que  cuelga videos de todo el mundo y en el que se ha podido ver quién estaba paseando la plaza del Pilar en Zaragoza; la tortilla de patatas que comía con ganas una pareja de jubilados en un restaurante; quién se bañaba en la piscina de un conocido hotel canario y a las surferas en bikini que paseaban su palmito delante de una tienda en una playa de la misma isla. El fisgoneo, el voyeurismo o las eufemísticamente llamadas "actividades de seguridad" han convertido nuestra vida en involuntaria protagonista de lo que es la sociedad española, una inmensa corrala. Y además, casi todos encantados.

Y no corren buenos tiempos en este sentido, máxe cuando la sociedad actual se dedica a levitar abducida o colectivamente anestesiada, y poco parece tarle lo que le rodea, a no ser que le afecte al eje de su existencia…el  bolsillo. Son los resultados de lo que se ha dado en llamar la sociedad del todo a cien.

Al caso de Londres, que junto al de Madrid comienzan a ser paradigmáticos en Europa, se suman otras ciudades como la china de Shenzhen, donde, según agencias de prensa, 220.000 cámaras vigilan e identifican a todos los ciudadanos las facciones de su rostro, lo que a uno le genera, no solo preocupación, sino un cierto acongojo que le pone los pelos de punta, ya que poco a poco, cámara a cámara, Shenzhen ha ido cayendo en manos de un omnipresente Gran Hermano. Y no se trata de la frivolidad de los programas de televisión de moda o de la revelación de las intidades de aspirantes a la fama instantánea.

Detrás del objetivo que observa a los 12 millones de habitantes de esta capital financiera del sur de China, se encuentra la mayor y mejor organizada dictadura del mundo.

Fue en Shenzhen donde el régen chino ensayó prera vez su apertura económica a finales de los años 70 y es aquí donde ha puesto en marcha su proyecto de "vigilancia total".

Ante noticias como la señalada, ni el Ayuntamiento de Madrid es capaz de tranquilizarte cuando se compromete a alertar a la ciudadanía de la presencia de cámaras en sus 57 sedes. Algo es algo, aunque el peligroso proceso iniciado no se resuelve con anécdotas ni con leyes que amparan al empuje del sector privado que puja hacerse cargo de la seguridad de los ciudadanos ante la inoperancia del Estado en la materia

Llegados a esta situación y consciente de que volver a un punto razonable de control y espionaje resulta un posible metafísico, uno se conformaría ya con algo tan sple y prario como que se pudiera pedir que esas ágenes robadas pudieran utilizarse en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia.  Pero me temo que esto es predicar en el desierto.

Que no me vengan, pues, con la cantinela que nunca como ahora habíamos gozado de tanta libertad.

 

(*)RAE: El habitante de los Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país.

Carlos Díaz Güell es consejero de Serfusión

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