Alguna vez he escrito sobre la incapacidad del PP de mantener el balón cuando domina en el campo. Les pasó con la propuesta de reforma fiscal, uno de los torpedos que más daño han hecho al PSOE. Les ha vuelto a pasar con Pizarro. Unas horas después de que los socialistas salieran como tigres, les brindan la riña interna y la agen de que es Aguirre quien manda en el partido.
Soy de los que piensan que en las elecciones se votan programas y no personas. Gallardón se equivocó en la forma de plantear su lugar en las listas. Rajoy había aceptado situarlo. Pero Aguirre, con el órdago de ditir de presidenta, le ha forzado a cambiar de opinión. Si ayer Rajoy parecía hombre de mando en plaza como para incrustar a Pizarro, hoy se presenta como el dócil derrotado que se pliega a las presiones de Esperanza. ¿Qué le hubiera costado admitirle el envite? ¿Quieres ditir?, pues hazlo.
Gallardón se vuelve a equivocar al dejar la política, o al menos al anunciarlo. Sus dos batallas, la del control del partido en Madrid, y esta de las listas, le han llevado a dos derrotas humillantes. Pero la humillación viene más de la forma de plantear los envites, de su poca paciencia y sosiego. El resultado de esta crisis es malo para el PP, negativo para los intereses de Rajoy ante el 9 de marzo, y beneficioso para Aguirre. ¿Es quizá eso lo que apuntaba Gallardón cuando le dijo a Rajoy, ayer tarde en Génova, que se trataba de una trampa, y que la vícta era el propio Rajoy?
La derecha vuelve a los viejos vicios del cainismo, ese tic parricida que tantos sufrientos le ha costado.
