En televisión, da relativamente igual el contenido de los discursos. De hecho, para un espectador poco riguroso, la avalancha de datos le puede sonar a la misma música y hasta la misma partitura. Al menos nueve millones de votantes, de un bando, y otros nueve millones, del otro bando, tienen el oído adiestrado para escuchar en su líder, diga lo que diga, sólo música celestial. Son los convencidos y sus votos están asegurados. La clave de la victoria está en el otro millón largo de ciudadanos aturdidos el ruido, o de oído musical más fino y exquisito, que claman para que alguien les convenza. Aunque sea en el últo minuto.
Ahí está el mítico debate, después de quince años de ausencia, debido al miedo escénico, que ha conseguido que dos osados, con traje pecable y cuidada corbata, se sienten frente a un remilgado y empalagoso moderador, la antítesis del periodismo, para cronometrar un discurso tan amanerado, pretencioso, poco natural y cursi, como el que vos la semana pasada entre Zapatero y Rajoy. ¿Dónde están los debates naturales y los periodistas que saben hacer su trabajo? Las encuestas, casi todas, dan ganador puntos (o votos) a Zapatero. Sus asesores se muestran cautos y críticos con los resultados, mientras que los asesores del PP jalean eufóricos a su líder, quizás percibiendo un no hemos estado tan mal. En este sentido, se cumple la tesis de una de nuestras columnistas: el supuesto ganador está cauto, el supuesto perdedor eufórico.
Cuidado, Mariano, no te fíes de las alabanzas, y menos dentro de los tuyos, donde hay tanta expectación para el día después. Cuidado Zapatero, sonríe un poco, aunque sólo sea un poco, pues tu fuerza transformadora radica en tu sonrisa. ¿Qué tipo de asesores son ésos que no te laron un poco la ceja, como de espanto, y te arrancaron un par de chascarrillos y unas lpias sonrisas de fondo azul? Están locos o son unos incompetentes. Aprende un poco de tu ministro de Economía, Pedro Solbes que, hasta tuerto y todo, se mantuvo sólido, socarrón, con esa cachaza o templanza tan mediterránea de un señor de Alicante. Hay que reconocerle audacia, también, a Pizarro, el señor de Teruel, un baturro orgulloso de serlo que sin escuela ni tablas políticas, se enfrentó al gigante. No se puede negar que nos están dando que hablar los debates. Han anado tanto las elecciones que, como dijo McLuhan, el medio es ya el mensaje (televisión es la campaña) .Ya da igual lo que digan, que el matiz solamente lo perciben los entendidos de verdad. Lo que ta es cómo estén afeitados ese día, como Richard Nixon frente a John F. Kennedy, cómo pronuncien, su empaque y su contundencia. En definitiva, la confianza que inspiren.
CONCHA MINGUELA, DIRECTORA GENTE EN MADRID
