Las campañas electorales se suelen situar a menudo fuera de la realidad. Los candidatos y sus equipos suelen crear un mundo ficticio, o demasiado negro, o demasiado azul y brillante, pero siempre alejado de lo cotidiano.
Una de las noticias más tantes de los últos tiempos, de esas que cambian nuestra vida, es el final de los alentos baratos, y la subida vertiginosa de los productos básicos. El creciento de los precios augura épocas de hambruna en algunas partes más desoladas del mundo, y dificultades serias para los habitantes de las grandes ciudades, sobre todo en los países africanos.
Traducido a parámetros occidentales, es lo que estamos viendo en los precios de la cesta de la compra. Nadie, ni siquiera los que en la campaña han puesto el acento en que no llegamos a fin de mes, ofrece remedios para esta situación. Imagino que existen. Tenemos un campo subvencionado, un mundo rural que cobra no cultivar hectáreas de cereal, y que se lita a la hora de ofrecer leche al mercado, poner dos ejemplos.
El fin de los alentos baratos cambiará la vida de millones de personas. El Programa Mundial de Alentos de la ONU ha vuelto a poner las sirenas de alarma. Pero la clase dirigente sigue a otra cosa, despista, desorientada.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA