Ahora que la Semana Santa se confunde con la Navidad, hay gente que todavía tiene las ideas claras. Paseo un Madrid invadido de turistas, ansiosos de compras y de calor. Hace frío y en el Café de Oriente el cura Lezama reparte el sacramento del chocolate con bollos. Estas dos señoras salían de tomarse el aperitivo a mediodía, y posaron para la foto con donosura. La una con un punto de soberbia estricta y dientes apretados, la otra dicharachera y lenguaraz. Llevaban perlas al cuello. De llevar una cruz, que sería más apropiado, las hubieran llamado ‘tumbacristos', como aquella madrileña que pasaba las tardes del ‘sanisidro' en el tendido 7 de Las Ventas. En la barra del café parecían mujeres de otro tiempo. Ya fuera del recinto se convirtieron en una atracción turística, y hasta una orquesta de jazz de emigrados del este paró sus instrumentos para contemplar sus andares. Nadie lleva la mantilla más tiesa que estas madrileñas. Caiga lo que caiga, y mande quien mande.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA










