Esta semana nace gobierno. Pero nacerá viejo, con unos cuantos problemas irresueltos, con unas cuantas hipotecas, y con una realidad que irrumpe después de que haya sido negada.
Uno de los más graves, de entre los problemas, es la España desigual. A tracas y barrancas se ha resuelto uno de los preros síntomas: el de la Justicia. Se ha resuelto mal, deprisa y corriendo para que el ministro pueda serlo, para tapar con las alfombras del ministerio sus carencias. Vendrán más funcionarios y nos dirán lo mismo: que cobran poco y sobre todo menos que sus colegas de otras comunidades.
Pero la España desigual es algo más grave: es el problema del agua, es el problema del desarrollo. Las comunidades que, manipuladas, se quedaron sin PHN, quiero decir Cataluña y Aragón, ya se han dado cuenta de que hicieron un mal negocio. El agua es un bien escaso, y sería una ironía cruel que fuera Almería la extadora de líquidos para lavar y beber en Barcelona.
La España desigual es también la del desarrollo: comunidades subsidiadas, que no salen de su modorra, frente a otras que contribuyen en las duras y en las maduras. El PP tiene mucha labor de oposición, cuando despierte de su pesadilla fratricida.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA