La superioridad del PSOE sobre el PP en materia de comunicación, es apabullante como apabullante viene siendo, desde hace decenios, la inferioridad de la derecha sobre la izquierda en materia de transmisión de ideas, estén éstas adulteradas o no. Si salvamos el periodo de la Europa fascista, en donde se produjo un desarrollo de la propaganda sin parangón en la historia, es un hecho demostrado que la izquierda ha gozado y aún hoy goza de una credibilidad a la que los políticos conservadores no han sabido hacer frente.
En efecto, elevando hasta las cotas que sean necesarias la política de que el fin justifica los medios, adobado todo ello con un tinte de superior honestidad que nunca ha sido probado científicamente, los partidos de izquierdas suelen gozar de un plus de credibilidad, ante la opinión pública, notable; plus que se incrementa en relación directa al nivel cultural y de formación de la sociedad que en cada momento se vea afectada.
Al atractivo de los mensajes y la calidad propagandística que es manejada con soltura la izquierda, se une una inmensa incapacidad de la derecha para trasladar, con un nivel aceptable de credibilidad, las ideas que guían su proyecto político, lo cual repercute directamente en los resultados electorales.
Por ello, cuando Esperanza Aguirre demanda un debate de ideas en su propio partido, como fórmula de confrontación con el PSOE y mecanismo para trasladar razonadamente a la sociedad la superioridad de su proyecto sobre el del adversario en ideas, la propuesta bien planteada y enunciada choca inevitablemente con su puesta en práctica o, si se quiere, con su plementación, ya que a la postre no sólo es una cuestión de ideas, sino también de emisores y de calidad de los mismos. Y aquí es donde la derecha, el PP, falla de forma estrepitosa en todos los campos y como muestra valga un solo botón: Gabriel Elorriaga, responsable de comunicación del PP durante los últos cuatro años, no solo no tiene capacidad ni atractivo alguno para conectar con los teoricos receptores del mensaje siempre ha utilizado una dialéctica blanda y poco interesante sino que cuando ha podido, ha puesto en marcha un mecanismo de denuncia a través de su artículo en El Mundo que no solo dice mucho de su perfil, sino de quien le puso en el puesto. Una aberración
Mientras todo este proceso no se modifique de raíz no sólo es cuestión de contenidos, sino de formas y de modelos de comtamiento en los que a mensaje y emisor se refiere, la derecha española va a tener grandes dificultades para alcanzar el poder más allá de situaciones episódicas.
El caso Elorriaga o el caso Costa, son una sple pero relevante anécdota de lo que la derecha española ofrece para conseguir captar los doce millones de votos que necesitaría para gobernar. Escaso bagaje para un objetivo tan considerable.
Hoy, en plena sociedad del conociento o de la información, son demasiadas las virtudes que se exigen a un político, si lo que se busca es alcanzar el éxito. La cuestión en política, como en todos los órdenes de la vida, no solo consiste en tener razón, sino que además hay que explicarla y finalmente…, que te la den.
Visto desde la óptica de un ciudadano medio, y aceptando que todos ellos saben que es lo que les interesa, la realidad demuestra que, en igualdad de condiciones, la izquierda llega mucho más al punto neurálgico de los votantes allí donde se decide que el voto que la derecha. Con un discurso más desinhibido, más fresco, más "sincero" y más canalla, el PSOE y sus líderes convencen o, al menos, les resulta más fácil descalificar a sus contrincantes. Todo ello, junto con la existencia de un sector mediático afín, es fundamental en un país con la historia reciente de España.
Haciendo reduccionismo, resulta ciertamente sorprendente no solo la escasa capacidad dialéctica de reacción de los políticos de la derecha frente a momentos de debilidad del PSOE, sino también su reducida fuerza emocional a la hora de trasladar los mensajes. Y en esto, como en casi toda actividad, no todo se aprende en los buenos colegios y en los centros de negocio de elite, sino que la calle ha sido y sigue siendo un centro de enseñanza de prer orden y esa asignatura no parece haberla cursado nadie del PP.
Como solución, el PP han presentado una iniciativa: nombrar tavoz de su grupo parlamentario y son muchos los minutos de televisión que ello supone a Sáenz de Santamaría. El asunto es analizar si la tavoz del grupo parlamentario popular tiene la suficiente fuerza, capacidad, encanto y línea argumental como para ser un banderín de enganche más de la derecha española. Muchos lo dudan y yo también.
A lo largo de la últa legislatura, hemos asistido a numerosos rifirafes políticos y solo en escasas ocasiones hemos visto salir triunfante, de forma aplastante, a un dirigente del PP. Mayoritariamente, esta circunstancia ha sido posible la capacidad parlamentaria de Rajoy, aunque cuando llegó el momento de los debates electorales en TV, la mayoría de la audiencia sentenció que Zapatero había ganado los cara a cara. Todo un síntoma, sobre todo cuando el presidente del Gobierno no es precisamente un intelectual.
Pizarro, Acebes, Zaplana y algunos otros líderes del PP, no han sabido o podido trasladar al electorado un mensaje ganador. Unos falta de capacidad expresiva; otros falta de credibilidad o mil y un motivo, la realidad es que la comunicación es la asignatura pendiente el PP, asignatura que manejan con cierta soltura personajes como Sarkozy o Berlusconi, aunque cada uno ajustándose a su entorno y sin necesidad de convertirse en ejemplo de nada y para nadie.
Durante cuatro años, la derecha se ha enfrentado a un sinfín de otunidades que el PSOE le ha puesto en bandeja y las ha desperdiciado, y a pesar de ello ha conseguido acumular la fama de crispador, anticatalan, antivasco, antipatriota y de tensionar a la sociedad, que es el estribillo que, a la postre, le ha quedado a la mayoría de los votantes. Cornudo y apaleado. ¡Genial!
La asignatura pendiente sigue ahí, aunque pocos creen que haya "cabeza" dentro del PP para hacer un análisis crítico y comparar su maquinaria, sus virtudes y sus defectos, con las de su opositor político.
Carlos Díaz Güell es vicepresidente ejecutivo de Serfusión