Evasivo, como de costumbre, Rajoy despejó anoche todos los balones sin tocarlos. Es sorprendente la capacidad del hombre para eludir respuestas a preguntas concretas. Algunos le llaman a eso ‘ser o estar gallego'; para otros se trata de una habilidad especial para evitar ser concreto. Era costumbre que los políticos fueran a las entrevistas a provocar el titular, con alguna noticia bajo el brazo. Rajoy los evita, y se sienta huérfano de titulares, como si la cosa no fuera con él. Uno llega a preguntarse, cuando le ve sentado ante las cámaras, a qué ha ido a la televisión. Es posible que hoy ya ni se acuerde de que anoche pasó Antena 3. El rastro de su tránsito la emisora es invisible. No busquen titulares en los periódicos. No ha lugar.
El único momento en el que contó algo, el instante en el que dejó escapar algo de gas de su globo, fue cuando le preguntaron la cruz de la Iglesia, no Jénez Losantos sino la señal en el IRPF, y dijo que sí, que su dinero es para los obispos. En lo demás estuvo evasivo, lejano, como si no fuera él el preguntado. Rajoy demostró que la entrevista al político en televisión es un género muerto, que el grado de información que procionó fue cero. Tan solo un contenido emocional: la constatación de que después de todo está vivo, que ha resistido, que ha ganado incomparecencia, y que será capaz de llevar hasta el final su compromiso de no decir hasta la apertura del congreso, quién será su secretario general. ¿Y si no lo dijera ni siquiera el vies? ¿Y si pasa el congreso y no hay secretario? Rajoy, en realidad, podría pasar la legislatura sin anunciar nada. En eso también intenta itar a Zapatero.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA