La crisis es esa percepción subjetiva que el gobierno negará hasta que pase. Cuando hayamos doblado el cabo de Hornos de este descenso a la pobreza el presidente del gobierno, en caso de que siga siendo el mismo, dirá la mágica palabra crisis para felicitarse, él el prero, de que gracias a sus medidas cosméticas, hemos llegado al final.
A trancas y barrancas, la realidad se va ajustando al discurso de Zapatero. No, no es al revés. Usted lo está viendo mal. La crisis espera a que el presidente la nombre. Hasta ahora era desaceleración. Hay un ministerio que trabaja en la clandestinidad, es el de la creación lingüística, el fabricante de palabras y expresiones. La realidad espera a que salgan las últas entregas, y una vez conocidas, se adapta a lo que dice el gobierno. Que toca desaceleración, pues el mundo intenta ir un poco más despacio. Que se trata de situación con dificultades, pues disemina aquí y allá unos cuantos problemas para que se perciba como tal.
Zapatero habló ayer ante el poder económico. No tenía otro remedio que bajarse de ese burro estúpido en el que cabalba, y dejarlo atado en la puerta. Hubiera sido una risa tras otra que hubiera dicho algo diferente después de que el gran Botín haya hablado, ante sus accionistas, de "la crisis más grave que ha conocido una generación de banqueros". La diferencia entre uno y otro, entre Botín y Zapatero, es que el banquero conoce la realidad mucho antes de que llegue, de ahí sus resultados.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA
