No hay prisioneros, ni lealtades cruzadas. En el cielo no existe un lugar para los tibios. A los que lo son, como en el Evangelio, se los vomita de la boca. Prada, Merry del Val (su nombre siempre me evoca el de los cardenales, y el de aquel su pariente que fuera excomulgado en secreto cuando en un cónclave quiso pactar la elección de un Papa). Se van también Ongil y Elorriaga, y Lamela, otrora en la lista de los seis que podrían haber sido secretarios generales.
Aguirre se enroca. Su gobierno, todo de fieles. Le harán falta, esos y unos cuantos más, que la izquierda ha vuelto al pacto sectario, a la confabulación. Han visto que Aguirre es quizá la más débil, y han decidido lanzar todas sus balas contra la misma posición. La huelga de Telemadrid, su tono e intensidad, se deben leer en esa clave. Y lo que venga también, incluido el acoso a Güemes en los hospitales, y todas las huelgas que se vayan a inventar de aquí a entonces. Pepiño ha vuelto a trabajar en la sombra para poner a sus órdenes a sindicatos, asociaciones, etc. Pero ojo, no minusvaloren a Aguirre que no tenga los favores de Rajoy. Quizá eso sea lo mejor que le ha podido pasar. Al tiempo.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA










