Mal día para Urkullu. Anoche era un hooligan de Rusia, dentro de unos días tendrá que respaldar a Alemania. El fútbol ha aplicado un triste destino a estos nacionalistas vascos y catalanes que tienen que cambiar de patria como de camiseta, huérfanos de alguien que derrote a esa España a la que una vez hemos visto llegar al final de un partido de semifinales con la sonrisa en la boca y un juego ligero, suelto y preciso.
Ahora hemos sabido que el propósito de la selección vasca no sería llegar a una final como la del Europeo, sino tan sólo el de derrotar a España. A falta de una escuadra que cumpla esa misión histórica son capaces de aliarse con Ruanda si lo consiguiera. El nacionalismo, incapaz de construir algo propio, se define oposición: es la antiEspaña, el antiespañol, la antitortilla, lo antitaurino, y nada más. Ellos, como Bibiana, se sienten inferiorizados. Mi corrector de textos informático insiste en decir interiorizados, como si comprendiera que de tan inferiores se han vuelto materia oscura, agujero negro, sólo interior, ombligo sucio y necrosado. Alemania tiene suerte. Además de los ‘lander' que componen la federación, el domingo tendrá el apoyo incondicional de algunos dirigentes nacionalistas vascos y catalanes incapaces de celebrar nada que no sea la decadencia de España.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA










