La crisis le ha llegado al propio Solbes, que cada vez tarda más en responder. Parece como si para salir de la modorra utilizara un motor diesel que ha agotado la reserva. Ruge, regurgita, ronca, y después de mover el papiro de su esófago escupe el eufemismo de la jornada, últa creación lingüística de la factoría de La Moncloa.
Zetapé, el hombre opinable, ha conseguido que estemos seguros de que no tiene ni idea de cómo enfrentase con esta situación. La crisis es tan discutible como la nación discutida. La crisis la sienten unos y otros se sientan sobre la crisis. El pleno de este miércoles será un paseo el lado oscuro de la desaceleración. Las cámaras del Congreso enfocarán a Solbes, pero el ministro ya ha dejado de ser el vicepresidente de facto, y hoy es sólo un señuelo, un contenedor hueco que se exhibe ante el fantasma de la recesión para ver si se asusta. El verdadero poder económico lo administra Sebastián. Ante él se rinde, seducido, nuestro presidente.
Antes de afrontar la jornada conviene pensar en lo que nos espera del día. Lo deseable sería un pacto de Estado para salir de la que nos viene. Lo que tendremos será una sesión amodorrada, mecida el so de este calor de julio, sin contenido, sin carga de realidad, y tanto sin diagnóstico ni remedio. Zapatero no entregará una sola baza a la oposición. Y un pacto de Estado sería una otunidad de oro para Rajoy, que como único capital político exhibe una línea en el currículum: esa que dice que ellos ya saben cómo salir de una crisis.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA










