Mueren en el estrecho. Han arrojado los cadáveres de los hijos para aligerar el peso de la barca. Sobre los hombros de los niños ahogados han alcanzado la otra orilla, donde atan los perros con longanizas. No se sabe si subieron engañados a la patera, barca de Caronte, que en medio del estrecho se orientó, no hacia España sino hacia el infierno. Desgarra tanto dolor.
Más allá de la pena cabe preguntarse qué fueron tan irresponsables de subir a una cáscara de nuez con niños tan pequeños. ¿Les engañaron? ¿Buscaban una entrada fácil la lásta que despiertan los infantes? El delegado del gobierno en Andalucía, López Garzón, dice que esas madres se quedarán en España, que a situaciones excepcionales hay que aplicar soluciones de excepción. Comparto el que se queden, pero ¿es bueno decirlo en voz alta? ¿No habrá más viajes cargados de niños, propios o ajenos, para conseguir un permiso de residencia? Solución compleja.
Hoy Zapatero se ve en Oujda con Mohamed, el dueño de las pateras, que todo lo que existe en Marruecos es de su propiedad. Convendría que le dijera cuatro cosas. Pero me temo que nos costará una pasta conseguir que sigan llegando pateras cargadas de cadáveres. Suele ser el resultado: pagar nada.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA