Sin tinto de verano, no hay verano. Sin canción del verano, tampoco. Son dos clásicos. El tercero son las bombas, bombitas, o bombonas que pone eta. Estaba yo Laredo, ¡ya es casualidad! Eligieron un mal día. Los chicos de la gasolina y la trilita, como los bautizara Arzallus, se fían del hombre del tiempo. El pronóstico anunció cielos despejados. Y amanecieron cubiertos como una boina, una chapela negra. No sabíamos que era presagio de bombas. Pero lo fue.
Por suerte la playa estaba desierta, que era domingo, caía chiriri, y hay crisis, y dicen en el pueblo que este año no se ha alquilado ni la mitad que el pasado. Para ayudar a la crisis vienen los de la bomba, el reparto veraniego. Quieren echar una mano a lo de la economía y otra a lo de Ibarreche, que sin bombas, el referéndum o consulta (hombre esto es como ir al médico psiquiatra, o al forense) no es lo mismo. Con bombas quizá la cosa se ane. Es una cuestión de mercado. En Laredo, las comadres se dedicaron a hacer la compra. Esta vez acompañadas de los maridos, que quisieron ir a la playa y se encontraron con guardias civiles en vez de biquinis. Es ya un clásico: el camping gas. Unos lo usan para calentar la tienda de campaña, y otros para devolver a su pueblo al más brutal arcaísmo.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA










