Es posible que cuando Rajoy acuda a la Moncloa llame y no encuentre a nadie en casa. Estará el servicio, los ayudantes, algunos oficinistas, y sobre todo los asesores, si es que tienen obligación de acudir. No agino la actitud de Mariano, hombre peripatético, dado a las perplejidades y a lo insólito. Colosal, diría él. ‘Dije asombro donde los demás dijeron costumbre'. La frase es de Borges. Es posible que los funcionarios de Palacio estén acostumbrados a la ausencia de Zapatero, pero las visitas no tienen qué.
Ayer se le vio en la fiestacelebraciónconmemoración de los cien días de gobierno. Se celebra que se pasa de los cien días, que Napoleón, en su regreso, no pasó de esa marca. Y allí dijo que no piensa aceptar las ideas de Mariano, que le ofrece consenso, pero siempre con las ideas del presidente. Bien. Aquí llega el problema. ¿Cuáles son las ideas que ofrece Zapatero para facilitar ese consenso? ¿Sabe ya qué remedios va a adoptar, proponer, sugerir, o suplicar, para combatir lo que tenemos? Nada. Nada ha dicho, nada siente, quizá nada piensa. Tan sólo en atrincherarse en el Palacio con el pretexto de ser el garante del gasto público: gastar a pesar de todo.
Los asesores le apoyarán, sin duda. Los nombrados en la empresa pública también. Los funcionarios cercanos quizá. Hasta que descubran que no hay nadie en casa, que el presidente es tan solo un megáfono que repite un discurso grabado antes de salir, hace ya cien días.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA










