En la Tierra a viernes, noviembre 15, 2024

CRISIS DE SPANAIR

Los organismos de Aviación Civil, norteamericanos, suecos y españoles, deberán de informar en tiempo razonable, sobre las causas técnicas que derribaron al avión DC82 cuando despegaba del aeropuerto de Barajas con dirección Las Palmas el pasado 20 de agosto a las tres menos cuarto de la tarde, causando 153 muertos de los 172 pasajeros del vuelo.

El hermetismo obstinado de la compañía Spanair en no facilitar la lista de pasajeros hasta bien entrada la medianoche, ni avanzar una sola explicación creíble sobre las causas técnicas del accidente, aceleró la angustia y tensión de los familiares dando lugar a las comprensibles especulaciones entre los desgarradores testonios de los supervivientes y sus familiares, testigos oculares y personal aerotuario. Muchos de ellos contradictorios.

Si a ello se añaden las quejas del Sindicato Español de Pilotos (SEPLA) que desde hace meses denuncia el caos organizativo de la compañía sueca, en la que  se suceden despidos, recorte de costes técnicos, de manteniento, etc., la confusión y rumorología sobre el ‘se veía venir', está servido.

No obstante conviene añadir calma a esta terrible tragedia, aún con las capillas ardientes, y muchas familias sin identificar ni recibir los restos de sus seres queridos. Como bien dice José María Vázquez, presidente del SEPLA y piloto de Spanair con 20 años de experiencia (no olvidemos que este sindicato cuyos pilotos cobran una media de entre cien y ciento veinte mil euros anuales, se caracteriza históricamente sus alarmistas denuncias y reivindicaciones, siempre enfocadas a su elitista remuneración salarial): ‘Aquí entra la cuota estadística. Los datos del IATA son de un accidente cada tres millones de vuelos. Spanair, en veinte años de vida, no había tenido hasta ahora ninguno'.

Hay que tener en cuenta que Spanair pertenece a la escandinava SAS, bandera del gobierno sueco, quien se caracteriza, precisamente, prar ante todo la seguridad. Para Vázquez, el problema de Spanair era de gestión empresarial, y atribuir los reajustes a la falta de seguridad es cuando menos irresponsable. En cualquier caso, a nadie se le escapa que las condiciones de incertidumbre e inseguridad laboral sí influyen, siempre, en la eficacia del trabajo realizado. Nadie duda de las trece inspecciones reglamentarias del avión siniestrado, ni de las 24 aleatorias, ni del cumpliento de los directivos suecos con las más exigentes normas de seguridad aeronáutica europea.

Pero los familiares que han perdido a los suyos exigen razonablemente a la aerolínea que, al menos, les facilite una cronología detallada de todos los movientos del avión. Desde la avería real que originó su hora y media de retraso, hasta el informe técnico del equipo que ‘supervisó y supuestamente reparó la avería', pasando la opinión del piloto que dio luz verde al despegue… y finalmente quizá esto sea lo que más tardará lo que aconteció exactamente en esos instantes, entre el intento de despegue y la aparatosa caída de la aeronave contra la pista, rebotando varias veces e incendiándose', según todos los testigos oculares. Pero para ello habrá que esperar a los resultados de las cajas negras y ello lleva tiempo.

No cabe ninguna duda que los resultados de la investigación serán fiables. Al estar involucrados en la Comisión de Investigación, las autoridades estadounidenses tratarse de un avión del fabricante McDonell Douglas, las autoridades suecas y las españolas. Pero lo que sí debe de hacer el Ministerio de Fomento, es ser diligente y transparente a la hora de facilitar todos los datos que se vayan conociendo sobre las causas del siniestro. Es la única manera que le queda al gobierno y a los políticos, además de haber interrumpido sus vacaciones para dar las condolencias y garantizar los trabajos forenses de identificación, de desagraviar a varios centenares de familiares a los que se sometió a una horrorosa y gratuita angustia al tardar Spanair casi diez horas en facilitar la lista del pasaje. O lo que es lo mismo, los nombres de las 18 personas que milagrosamente salvaron su vida.

CONCHA MINGUELA, DIRECTORA 'GENTE EN MADRID'

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