Prero mi afecto para la familia de Luis Conde. He pasado muchos veranos al otro lado de la ría de Santoña. Desde la playa se ve la casa del Patronato militar donde pasaron unos días de vacaciones. Está frente al paseo maríto, adornado con algunos pertrechos militares. Sigue allí la estatua del almirante Carrero, que nació en la villa de Santoña. También fue vilmente asesinado la banda. En aquella época la izquierda no lo dijo, pero fue un cren que en nada contribuyó a debilitar el franquismo, ni mucho menos. Es más, Franco se frotó las manos que de paso pudo elinar a algunos aperturistas para dar otra vuelta de tuerca a la represión.
De aquellos polvos vienen estos lodos. Llevamos más de cuarenta años con el cren como mensaje, con la mentira como pretexto. Este delirio se ha llevado delante la vida de cientos de inocentes. Y cada vez que eta asesinaba a alguien o reventaba su cuerpo hasta la mutilación, el proyecto nacional de una Euskadi basada en la raza, perdía toda su legitidad. Por tanto al Lehendakari, que se ha ofendido tanto que se le ha recordado su ambigüedad, hay que decirle que el que lo ha hecho se ha equivocado. No hay ambigüedad en un proyecto político que comparte los fines con la banda, y que parte de la idea disparatada de que ‘existe un conflicto que hay que resolver'. No habrá nunca una nación basada en la exclusión, en el Rh, en los ocho apellidos o en la aristocracia crinal de los pistoleros. Como no habrá nunca una España franquista, ni una Alemania nazi. Hay que poner esos tres proyectos en el mismo lugar, y al Lehendakari, además de mandarse saludos y recuerdos, decirle que pierde el tiempo.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA
