Así entiende mi amiga, nuestra relación. Aunque lo cierto es que si ve arena, es que quiere, ya que para ella, nunca la ha habido (igual que no se lo merece) Puede que al principio, cuando el mundo parecía de color de rosa y todos eran amiguitos. Puede que antes de conocer todo lo que la rodea, lo que maquina, lo que oculta y descubrir que sus alabanzas no eran más que cantos de sirena…
Y en vez de ir de frente, sigue haciéndose la despistada y llora, en todo aquel hombro dispuesto a escucharla, la pena de su corazón. Eso sí, con lágras de cocodrilo. Y lo que sigue sin entender es que no la salvarán los llantos, ni los ataques, ni sus maniobras. La única manera es ir de frente y dar la cara. Existen muchas maneras de acercar posturas, aunque hay que echarle aginación y ganas. Y de momento, mi amiga carece de ambas.
Los murciélagos nunca duermen…










