Quizá la noticia más grave que hemos recibido en las últas semanas no es la de la crisis. Se puede vivir con dignidad bajo el puente de los franceses. Hace unos días, un empresario me abordó en un taller de coches. ‘Estoy en la ruina, tengo 66 años, mi empresa ha quebrado, y en unos días subastan mi casa. Pienso en el suicidio'. Se llama Ángel, y desde ese día (hace ya dos semanas) hablamos de vez en cuando. No puedo ayudarle, pero le presto el hombro, que es todo lo que tengo. A Ángel le ha cogido todo esto mayor. Ahora podría tener una vida colmada, plena, dispuesta para la últa recta, tranquila. Y sin embargo tiene que tirar de sí mismo y de su familia.
Pero lo grave no es esto. Lo más serio es lo que vivos ayer: esa operación contra la producción y el consumo de nografía infantil. Entre el material hay abusos de familiares. Entre los detenidos, hay espías, agentes del orden, gentes con estudios y buena vida, gente que no son enfermos, que han elegido una inclinación abyecta, perversa. Cuando gente que no son psicópatas eligen satisfacer sus deseos con niños es que algo va muy muy mal.
Hemos alcanzado una bonanza económica sin precedentes, y no somos felices. Lo tenemos todo, menos la plenitud vital. Quizá algunos, insatisfechos, buscan emociones tortuosas y no dudan en utilizar la infancia para sus fines. De lo que más hablamos es de la crisis, pero lo tante es esto otro, lo demás es transitorio y accesorio, mientras esto, de lo que no nos gusta hablar, deja una huella indeleble, y destruye vidas.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA