El Instituto Karolinska de Estocolmo con la concesión del Nobel de Medicina al descubriento del VIH ha resucitado la polémica sobre la autoría del mismo que durante años enfrentó al hoy premiado, Luc Montagnier, y Robert Gallo. Sin embargo, son pocos los que conocen la verdadera historia de cómo el investigador del Instituto Pasteur fue proclamado finalmente como descubridor oficial de este virus que protagonizó una de las páginas más fascinantes de los anales de la investigación biomédica.
Por razones profesionales, yo he tenido la otunidad de hablar en distintas ocasiones con ambos investigadores y con algunos otros que participaron en la carrera contra el tiempo que desató en 1981 la aparición en Estados Unidos del entonces llamado cáncer rosa. Sinceramente, todos los datos de que dispongo sobre este tema me llevan a una conclusión: Robert Gallo hizo mucho más vencer al sida que Luc Montagnier, aunque ésta es otra historia.
Comenzaré la historia el final, pues merece la pena constatar las densiones políticas alcanzadas la polémica y el supuesto enfrentamiento entre Gallo y Montagnier. La polémica se zanjó en el despacho oval de la Casa Blanca tras una reunión entre los presidentes Ronald Reagan y Jacques Chirac. En esa reunión se decidió que Luc Montagnier sería reconocido como el descubridor del virus causante del sida y Robert Gallo como el de las pruebas para detectar los anticuerpos del virus en la sangre. También se acordó y este punto es realmente llamativo que a partir de ese momento el virus se llamaría Virus de la Inmunodeficiencia Humana o, lo que es lo mismo, VIH. Fieles a sus tradiciones, Francia se quedó con la gloria y Estados Unidos con los rendientos multillonarios de la patente del test de seropositividad.
Y ¿qué pinta Françoise BarréSinoussi, la otra beneficiaria del Nobel de Medicina, en esta historia? Pues que, aceptando que el VIH se identificó en los laboratorios del Instituto Pasteur, fue la verdadera autora del descubriento, siendo Luc Montagnier su jefe y, como consecuencia, beneficiario directo de su trabajo.
Un rosario de perlas para la historia
En honor a la verdad, hay que señalar que fue Gallo quien lanzó la prera hipótesis de que el agente infeccioso podría ser un retrovirus, ya que afecta a la función de las células T, un hecho muy relacionado con sus investigaciones sobre los retrovirus de la familia HTLV. Incluso señaló hacia la transcriptasa inversa la diana terapéutica de los preros antirretrovirales (AZT, ddI y d4T) como punto de referencia necesario. De hecho, en febrero de 1983, se celebró en Banbury (Estados Unidos) el prer encuentro de un nutrido grupo de científicos para analizar lo que hasta entonces se conocía sobre esta nueva enfermedad infecciosa. Y es ahí donde prera vez Max Essex, de la Escuela de Salud Pública de Havard, y Gallo, que entonces trabajaba en el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (INH), expusieron su hipótesis de que la posible causa de la enfermedad podría ser un retrovirus, si bien hubo teorías para todos los gustos.
A comienzos de 1984, Robert Gallo ya tenía preparados cinco artículos sobre el tema, cuatro de los cuales se iban a publicar en Science y el otro en The Lancet. Un desliz suyo con un periodista británico en la ciudad italiana de Cremona estuvo a punto de dar al traste con todo, pues éste publicó un artículo sobre el tema en New Scientist. En cualquier caso, se había previsto celebrar en junio de ese año una rueda de prensa conjunta con Montagnier y Chermann, del Instituto Pasteur. Sin embargo, la ministra de Sanidad de Estados Unidos, Margaret Heckler, forzó a Gallo a comparecer en una rueda de prensa el 23 de abril para anunciar que se conocía la causa del sida. Pero ese mismo día el periódico The New York Tes, publicaba un artículo de un antiguo miembro del CDC, Larry Altman, en el que se anunciaba que el Instituto Pasteur había encontrado la causa del sida. La polémica estaba servida.
Ahora, el Instituto Karolinska ha revivido aquel episodio excluyendo a Robert Gallo del galardón y, quizás para diluir la vertiente política de la concesión del Nobel a Montagnier, añadiendo a Harald zur Hausen el descubriento del papilomavirus humano, causante del cáncer de cuello de útero. No han andado muy finos, la verdad.