No hace falta el certificado. Un papel se puede falsificar. Imagine, señor juez, que es usted vícta de un falsario. Es más eficaz presentarse en el Valle de los Caídos, con dos testigos. Uno pudiera ser Santiago Carrillo, superviviente de las matanzas y absuelto su señoría. Abren la tumba del general, golpean con un martillo tres veces en el cráneo, o en lo que quede de él. Es el método que se utiliza para certificar la muerte de los Papas. Si sirve para los Papas también será bueno para Franco. Si no responde, es que está muerto. Que le firme el acta Carrillo. Si lo dice don Santiago será verdad. Y que lo transmita la televisión a todo el mundo. El otro testigo podría ser Ian Gibson. Cuando el cráneo de Franco se deshaga en polvo, no sé si enamorado, Gibson tendrá un orgasmo. Esa convulsión, esa sí enamorada, será el final de la transición. En ese momento podremos decir que hemos pasado página. Y Garzón, que descanse en paz.
ALFREDO URDACI