Adiós Pekín. Se acabó el deambular esas ágenes del telediario en las que nuestro presidente intenta hacerse pasar amigo de todos. Su conociento de los idiomas no se lo permite. Así que quizá cuando habla tan solo mueve los labios, como aquel locutor de informativos que sulaba llevarse bien con su compañera de plató. Cuando el programa terminaba, mientras desfilaban los créditos, movía manos y boca para aparentar una cordialidad inexistente. Termina Pekín, y toca volver a casa, donde todo amenaza ruina y desorden.
Y de regreso hay dos noticias que se cruzan en las páginas de intet: la muerte de José María Cuevas, y la andanada de Gómez Navarro, presidente de las Cámaras de Comercio, contra los sindicatos. Es como si Cuevas se hubiera reencarnado en este hombre que pasado los últos años callado, silente. Dice Gómez que los sindicatos deben dejar de defender a los vagos. Lo cual sería como cerrar la ventanilla sindical en muchas empresas, sobre todo en las públicas. El sindicato se convirtió hace ya mucho en una oficina de protección de privilegios, en una burocracia que protege a los productivos. El absentismo laboral se ha multiplicado durante los tiempos de la bonanza económica. Y han callado. El número de liberados ha crecido como si lo regalaran. Y han callado. Han recibido el pan y la sopa boba de la subvención. Y aquí no han callado. UGT, que ingresó ciento cincuenta millones un patronio perdido que no existía, que ni siquiera el sindicato tenía entidad jurídica en tiempos del franquismo, se presentó el vies en el juzgado de Garzón para ser parte. El vies. El mismo día que nos anunciaban que los parados son más de dos millones y medio.
ALFREDO URDACI, PERIODISTA









