Lejos de la máxa napoleónica de que el valor de los hombres viene determinado la posición que ocupan, los procesos de Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) se han erigido en un punto de inflexión en el que el valor humano es independiente al puesto que ocupen y a las tareas que desempeñen. El verdadero valor está en la comunicación, en el trato individualizado hacia las personas, la cercanía y la transparencia.
Si en tiempos de bonanza económica la comunicación es eficaz para hacer llegar a nuestras audiencias las bondades y ventajas de nuestros productos o servicios, en tiempos de incertidumbre económica en los que las personas son los principales afectados y el gran activo de la compañía para volver a resurgir, la comunicación interna es indispensable para poder transmitir adecuadamente los aspectos positivos de una situación negativa. O al menos, para poder neutralizar los aspectos negativos y que éstos no deriven en alarmismos ni críticas generalizadas.
Como toda crisis, un ERE es un punto que puede marcar un cambio positivo hacia el futuro, dando lugar a una nueva compañía que debe de salir refortalecida, o el contrario puede sepultarla en los errores y la desmotivación incluso de los que permanecen. Es ante todo, un momento que requiere compromiso, transparencia, entendiento mutuo, integridad y la involucración de todas las personas de la compañía para afrontar el triple reto de los EREs: motivar a quienes se quedan, cuidar de los que se van y crear la confianza necesaria para sacar adelante el nuevo proyecto. El trato cercano, desde una perspectiva laboral y humana, debe ser la palanca sobre la que se asiente la compañía para afrontar una etapa clave de desarrollo y viabilidad.
Es precisamente en estos momentos críticos donde la comunicación ha de jugar un papel estratégico. No ya sólo en la contención de la información sensible hacia el exterior evitando que la empresa o marca se vea afectada de forma negativa y agrave la situación dar a conocer datos parciales o precipitados, sino desde el punto de vista interno, para acallar posibles rumores, desengaños y malinterpretaciones. Más que nunca, la comunicación ha de ser eficaz, directa y transparente, pues de ella depende la unidad del grupo, la motivación y, sobre todo, la comprensión de la situación y los objetivos para lograr la fortaleza y viabilidad de la compañía a largo plazo.
Desde la transparencia de los números y las cifras, pero rehuyendo de la frialdad de la que están buidos, la cercanía hacia las personas favorece una mejor reflexión sobre la situación real que debe afrontar la compañía. No es el momento de buscar culpables sino de arrar el hombro y buscar soluciones que permitan garantizar el futuro de la compañía y de las personas que la integran. Es muy tante poder explicar y atar datos objetivos que expliquen la situación, para evitar que quede la sensación entre los empleados de que se aprovecha la crisis para recortar más gastos de los necesarios. Es muy probable que los empleados no sean conscientes de que la adopción de medidas rigurosas en el corto plazo evita la necesidad de tener que ejecutar soluciones aún más drásticas en el futuro.
En los procesos de crisis laboral, resulta prescindible actuar sobre tres de los grandes activos de la comunicación: la proactividad, la rapidez y la eficacia. Proactividad, que debe de ser desde la propia compañía, a través de su máxo ejecutivo, desde donde lidere esa comunicación con los empleados. Rapidez, que debe ser la empresa la que marque los tiempos de información sin dilaciones. Hoy en día, y especialmente en cuestiones tan delicadas, con la facilidad y medios que existen para generar debate, o informas tú y lideras esa corriente, o acabas arrastrado las opiniones de terceros. Rapidez a la hora de detectar cualquier amenaza, interna o externa, que pueda alterar el proceso de negociación del ERE, creando confusión, afectando emocional y racionalmente a todos los que deben seguir manteniendo la compañía a flote a pesar de las dificultades. Rapidez a la hora de disponer de los tavoces, formados adecuadamente, para aclarar las dudas de los medios de comunicación y acallar las inquietudes internas de los empleados.
Eficiencia que el mensaje ha de transmitir exactamente la situación, sin quedarse corto, pero también sin generar alarmismo. Porque la comunicación eficaz es el mejor vehículo para acallar rumores, tratar de reducir las incertidumbres y transmitir confianza, cercanía y los aspectos más positivos de la situación. Eficacia, que existen innumerables vehículos para articular el mensaje y garantizar la correcta y unificada transmisión de los mensajes (reuniones personales, email, intranet, SMS, perfiles y comunidades…) siempre y cuando no se caiga en el error de la despersonalización, se busque el amparo de la distancia y la tranquilidad de no tener a tu interlocutor ante ti.
Para ello, es indispensable liderar siempre el proceso de información, hacia dentro como hacia fuera. Hay que ser previsores en aquella información que se va a poder contar y controlar e intentar adelantarse a cualquier conato de información negativa o sencillamente errónea, que pueda afectar a la agen de la compañía y su situación actual. En este contexto, desde el punto de vista interno, hay que mantener permanentemente informados al conjunto de trabajadores y esforzarse usar lenguaje sencillo, claro y directo, sin tecnicismos, para que todos entiendan la realidad de la situación y el qué de las decisiones.
En esta fase resulta crítico crear las herramientas necesarias para garantizar el trato digno, de agradeciento a quienes se van, y de mantener la ilusión entre los que se quedan. Trabajar sobre la autoesta de quienes se quedan es muy tante para evitar mayor confusión "¿ qué mi compañero y no yo?", la desconfianza hacia la empresa "¿habrá más despidos?" y la desmotivación "da igual los esfuerzo que hagamos que al final todo se reduce a que las cifras cuadren".
Ante estas inquietudes, desde la dirección hay que ser capaces de trasladar mensajes positivos, evitar la caída en victismos e, incluso a pesar de la situación, identificar las nuevas posibilidades de desarrollo profesional de las personas y dejar claro su horizonte futuro. Al tiempo que estamos cerrando una puerta, debemos estar abriendo la ventana para poder ver la luz al final del túnel.
En los procesos de crisis no hay fórmula de éxito infalible. Pero sí debe existir estrategia, sentido común, transparencia y cercanía. Al final, la estrategia de comunicación más acertada es la que resulta de la complejidad de saber mezclar en una coctelera la información veraz que se da a los empleados y la agen de continuismo, estabilidad y garantía que se transmite al exterior accionistas, proveedores, colaboradores, medios de comunicación…. Saber agitar adecuadamente una u otra información es la esencia para garantizar la viabilidad de la compañía en el futuro, salir más reforzados del proceso y contar con el compromiso y motivación de quienes deben asumir los nuevos retos. Agitado, no revuelto, que diría James Bond.
Enrique Pascual
Director General Perception&Image