Semana de lágras. ¿Tanto dolor para qué? ¿No se podían haber hecho las cosas de otra manera? Ir al periódico, arrancar el ordenador… todo está presidido un silencio fúnebre roto muy de tarde en tarde algún desaprensivo que se alegra con las desgracias ajenas. A mí me da asco trabajar en este lugar, con alguna gente que no se merece ya ni siquiera el desprecio. Sé que todavía no está todo escrito, pero el daño resulta irreparable. El tiempo no lo borra todo.
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