La semana pasada vos algunos de los aspectos que influyen negativamente en el comtamiento de los chavales cuando pasan demasiadas horas frente al ordenador. Intentamos conocer algunos detalles para saber si nuestros hijos, o nosotros mismos, sufros una adicción a la tecnología.
El asunto está en detectarlo a tiempo que en caso contrario es difícil encontrar una solución, que suele venir casi siempre del campo de la medicina, psicología y psiquiatría principalmente.
Como ya hemos comentado alguna vez, en Adicciones Digitales (http://www.adiccionesdigitales.es/) no curamos las adicciones, pero sí las prevenos mediante las charlas que damos en colegios y empresas a padres, educadores y profesionales en general.
Precisamente, la semana pasada un padre me hablaba de un método chino para curar estas adicciones. Lo cierto es que en España no se podría llevar a cabo, que nuestros chavales, chicos y chicas, son demasiado blandos y nuestro sistema de libertades no sería capaz de asilar métodos como el chino.
Los chinos lo que hacen con algunos de los adictos a la tecnología es llevarlos a un campamento militar y tenerlos dos o tres meses a un régen espartano de entrenamiento físico, sin que se acerquen a un solo aparato tecnológico. Los chavales acaban cada día totalmente reventados, que de eso se encargan los monitores. Y así día tras día. Teniendo en cuenta que se trata de una dictadura militar comunista, podemos aginar que a ninguno se le ocurra protestar ello.
Pasados dos o tres meses los chavales han superado ese llamado síndrome de abstinencia, que igual que en las drogas que se ingieren, se produce en relación con la tecnología. Pero como os acabo de comentar, aquí en España es posible poner en práctica estos sistemas.
Tenemos que recurrir al tradicional psicólogo o al psiquiatra, o si alguno es creyente al sacerdote o el líder de la comunidad religiosa a la que el afectado pertenezca. Curarse de una adicción de estas puede llevar varios años.
Sin embargo, la semana pasada prometí contar un caso excepcional. Se trata del hijo de un conocido que ahora tiene treinta años y que se curó de su adicción a los móviles hace apenas unos meses.
Este es uno de los casos a los que procuro referirme, como algo excepcional, en mis charlas, sobre todo en las dirigidas a los padres. Pero, repito, excepcional: es un caso entre un millón.
Durante los últos años, el chaval había perdido docenas de móviles, sus padres han tenido que hacer frente a innumerables gastos y la vida de todos ellos ha sido casi un infierno. El chaval no quería relacionarse con nadie. Le bastaba con tener el móvil en su mano. No salía con chicas ni casi con amigos, siempre pegado a la pantalla de ese pequeño aparato que hace tantas cosas.
Y al final, de la noche a la mañana se ha curado, el sólito. Pero no nos hagamos ilusiones que es sólo la excepción que confirma la regla. La curación fue de lo más tonto, me contaba su padre: se echó novia.
Repito que es algo excepcional, un caso casi excéntrico del que no tenemos que tomar referencia para hablar de curaciones, pero que no hay que olvidar para que tengamos claro que la cura puede venir del lugar donde menos la esperemos.
La semana que viene hablaremos de mi hija Elena, que tiene ocho años y el otro día me pidió los datos de mi carné de identidad para hacerse socia de un club en Intet.
Os diré que me dijo y que le respondí.
Juan Manuel Romero