prexclusivo Nació en la República Dominicana, y ha vivido en Venezuela y España, pero se considera ciudadano del mundo. Sus corsés, realizados de forma absolutamente artesanal, son verdaderas obras de arte y le han creado una clientela tan entusiasta como heterogénea. Ïdolos de la modernidad, actrices, fetichistas…Quien prueba, repite. Ahora Rafael Díaz LaMadrina ha abierto L7, un vanguardista local de estética muy ochentera en Triball, el triángulo formado las calles Corredera Baja de San Pablo, la calle Gran Vía y Fuencarral en Madrid.
¿Qué ofrece de novedoso L7?
Pretendemos darle caña a toda la peña. La tienda pretende ser un espacio destinado a que nadie se quede una noche sin salir falta de tiempo o algo adecuado para ponerse. Abros hasta muy tarde. Y de aquí puedes salir peinada, maquillada y vestida desde los pies a la cabeza. Hemos empezado con ropa vintage, pero lo fundamental será la costura a medida. También hacemos exposiciones artísticas.
¿Qué tipo de clientela buscas?
Yo tengo clientas de todas las edades. Desde señoras de 60 años que se sienten maravillosas con mis corsés a medida que proyectan seguridad y se sienten cómodas hasta gente muy joven. Lo que estoy tratando de conseguir es un mercado diferente, un punto intermedio entre lo que ofrecen las grandes firmas y las cadenas masificadas. Se trata de ofrecer algo distinto, exclusivo, ediciones litadas…Tratar de que la gente descubra de nuevo el diseño y la moda con tejidos buenos. Ahora entras a H&M y ves que es todo igual, vintage, retro corriente. Para eso te vas a Umana.
¿Por qué el nombre de Triball para este barrio?
La Tri es de Tribeca, el barrio neoyorkino más vanguardista, y el ball de Ballesta, la calle donde está instalada mi tienda.¿Si pretendemos espantar a las prostitutas?Nada de eso. Se pretende acabar con los puticlubs. Antes había cincuenta y ahora sólo quedan tres. Los clientes se marchan de una forma natural al ver que el barrio está ahora muy concurrido.
De izda a derecha, Jill Love ,Carla Antonelli, Raquel Navamuel y de nuevo Jill Love. |
¿De donde te viene esa obsesión creativa los corsés?
Siempre me ha fascinado Dior y él decía que sin corsé no hay vestido. Prero hay que armar para construir.
¿Son saludables?
Nada es saludable. Si me apuras, ni beber agua del grifo lo es. Desde luego mis corsés son como los del siglo XVIII. Es un corsé más moderno, más práctico. Más flexibles, no es aquel instrumento de tortura, aunque si lo quieres de tortura también te lo hago. Pero encargo.
¿Precios?
El más barato, unos sesenta euros. Y el más caro unos quinientos o seiscientos euros.
¿Tiene música?
No, pero 500 euros te lo hago reversible, tienes dos piezas en uno. Los hay tanto exteriores, para lucirlos, con los más diversos estampados, incluso de camuvlaje; o los de lencería, confeccionados con seda o raso. Tengo que cortarlo cuatro veces para poderlo hacer , que llevan un entretelado. Lleva un tejido en medio que es el que frena y sujeta. Están hechos a mano mí. No encuentro a nadie que me los haga de forma industrial, ni tampoco lo pretendo actualmente. Llevan 16 ballenas.
_¿Garantizas una reducción de al menos cinco centímetros de cintura?
De diez, querida, de diez centímetros. Lo que sobra de masa coral, gracias a estudiar el cuerpo de cada cliente, se reparte entre el busto y las caderas, según las necesidades de cada cual.
MÁS INFORMACIÓN EN: [email protected] y en el teléfono: 91 521 99 36. Calle: Ballesta, 6 Madrid.