La dermatitis atópica es una enfermedad de la piel recurrente (con periodos de empeoramiento y de mejoría), caracterizada lesiones en forma de enrojeciento, picor intenso y sequedad. Constituye una entidad dermatológica que empieza a preocupar a los padres que ‘no desaparece’ a pesar del tratamiento establecido el pediatra.
Esta enfermedad tiene una especial repercusión en las consultas de Pediatría. Tal y como destaca el Dr. José García Sicilia, pediatra del Hospital La Paz de Madrid “con variaciones estacionales y geográficas, es fácil que genere globalmente un 5% de las consultas pediátricas, bien como motivo de consulta o asociado a otros problemas”.
Los cálculos más recientes señalan que hasta un 18% de la población infantil padece DA (entre un 1530% de los niños sufren la enfermedad, según el rango de edad); en la mayor parte de los casos (en un 60%) el trastorno se consigue diagnosticar antes de cumplirse el prer año de vida; de hecho, en hasta un 85% de los pacientes la enfermedad ha debutado antes de los 5 años de vida.
Aunque las manifestaciones de la enfermedad pueden ser muy variables, el diagnóstico suele ser relativamente sencillo, la frecuente presencia de lesiones cutáneas de diversa intensidad y extensión, la sequedad de la piel y el picor (que en niños de corta edad puede generar irritabilidad constante, afectando seriamente a su calidad de vida). Como advierte el Dr. García Sicilia, ‘en niños muy pequeños hay que diferenciarla de la dermatitis seborreica y la dermatitis irritativa, ya que pueden presentar silitudes‘.
Su repercusión en la calidad de vida de los niños varía mucho según su intensidad y sus manifestaciones clínicas. El Dr. García Sicilia reconoce que ‘la magnitud y persistencia del picor, sin duda, condicionan tremendamente la calidad de vida. La sensación de piel muy seca, sin elasticidad, puede llegar a ser muy molesta y cuando se localiza en zonas fácilmente visibles puede generar rechazo que afecta a las relaciones y autoesta, litando significativamente el desarrollo de la personalidad durante la infancia‘.
Aunque sí misma la atopia, en su manifestación cutánea, no pone en peligro la vida, su presentación insidiosa, su duración prolongada, la reactivación injustificada y el pacto en el bienestar general del que la padece (con frecuente repercusión en los que conviven con él) lan convierte en un verdadero problema de salud pública.