En la Tierra a lunes, noviembre 18, 2024

CORRUPCION

Barcenas, Camps, Castro, Chaves, Correa, Costa, Crespo, González Panero, López Viejo, Merino, Ortega, Palomo, Raventós, Saiz, Sánchez… No, no crea el lector que es un intento de trasladar el listín telefónico a  esta columna tratando de esconder una falta clamorosa de aginación a la hora de encontrar un asunto sobre el que escribir. No. No es eso. Se trata splemente de enumerar algunos de los apellidos que en las últas semanas han aparecido relacionados con la corrupción en nuestro país.

 

Estamos en el año 2009. Vivos en un sistema  democrático pleno (¿) y cabria suponer que todos nosotros nos hemos dotado de los mecanismos necesarios que piden situaciones como las que se ubican detrás de los nombres mencionados y que, como no podía ser de otra manera, están amparados la presunción de inocencia. ¡Faltaría más!

 

Todos ellos forman parte del entramado de partidos que sustenta el sistema y de no corregirse el procediento o la metodología, va a llegar el momento en que los ciudadanos den la espalda definitivamente al sistema y a la posible panda de mangutas  que los gestionan y se dediquen al dolce far niente o lo que es lo mismo que al dulce no hacer nada.

 

La democracia española se enfrenta a un reto teóricamente fundamental, aunque se ha comprobado que casi nada es fundamental: terminar con la corrupción que existe y en cantidades industriales en nuestro país o esperar a que alguien termine con la democracia y no precisamente con la que tiene su remoto origen en la Grecia de hace veinticinco siglos, sino con la que nació hace poco más de ciento cincuenta años con el sufragio universal: el principio de un hombre un voto, aunque entonces ni se hablaba todavía de la mujer.

 

La politización de nuestras administraciones, la sofocante presencia y poder de estas administraciones en la vida ciudadana y el hecho cierto de que la corrupción está en el germen de nuestra “cultura”, no decir de nuestra incultura, son algunas de las causas y motivos que han hecho que España ocupe el puesto 28 en la calificación general, y el 17 de Europa, en el últo estudio que sobre la percepción de corrupción realiza Transparency International. De los 27 países miembros de la Unión Europea, España ocupa el puesto 17. No está mal y aquí no pasa nada ni se nos cae la cara de vergüenza.

 

Todo en este asunto es preocupante; comenzando la cara de póker que ponen los partidos políticos como si el asunto no fuera con ellos y solo esperaran a que la instancia judicial que les pueda tocar en su momento les libere del oprobio en que se encuentran y el personal se olvide hasta una nueva entrega de lo mismo, que seguro que la habrá.

 

Pero siendo grave, gravíso el nivel de corrupción existente en nuestro país y la forma en que está engarzado en nuestras entretelas, más grave es el comtamiento de los medios de comunicación a la hora de ejercer la denuncia de tales desmanes. En contra de lo que dice la teoría periodística sobre el papel de los medios en las sociedades libres, pero en línea con la dinámica en la que se ha entrado de un tiempo a esta parte, los medios se conforman con utilizar los casos de corrupción solo como arma arrojadiza contra el partido que esta frente a los intereses ideológicos que supuestamente defiende su línea editorial, silenciando o minusvalorando los casos de corrupción que afecta a los intereses del partido que supuestamente defiende su línea editorial.  En definitiva conforman un vodevil más cercano al patetismo y al ridículo  que a los intereses públicos que dicen defender. Así no vamos a ninguna parte.

 

Carlos Díaz Güell es vicepresidente ejecutivo de la Consultora de Comunicación Serfusión

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