La crisis de la prensa no perdona a nadie. La emblemática revista económica BusinessWeek se ha puesto a la venta un dólar. Es la noticia repicada ayer Financial Tes y The New York Tes, citar algunos. Una circulación certificada de 936.000 ejemplares, 4,6 millones de lectores en todo el mundo y 80 años de historia no han sido excusa para que McGrawHill regale su publicación con el compromiso de asumir la deuda. Así se lo ha encargado la editora al banco de inversión Evercore.
Durante años ha sido una de las publicaciones económicas más prestigiosas e influyentes del mundo, y en los últos años del siglo XX ha encabezado el ranking de publicaciones en ventas de publicidad en Estados Unidos. El siglo XXI no sentó bien a la revista, que adelgazó en páginas y fue superada en publicidad sus competidores. El declive culminó este año, con el desplome de un tercio de su facturación publicitaria hasta la respetable cifra de 77 millones de dólares.
Es sabida la frase de mirar a Estados Unidos para saber lo que sucederá en Europa, y eso también se aplica a la agonía de la prensa en papel. Los tradicionales editores españoles no saben como hincar el diente al problema vivido la prensa del prer mundo, y no contestan mientras van dando palos de ciego para ver si aciertan. Los medidores de Google Trends indican que las réplicas en Intet de los periódicos tradicionales son las webs más vistas de noticias, y detrás van las nacidas en Intet. La diferencia es que las preras están asumiendo una costosa reconversión aun no finalizada, y las segundas han nacido en el nuevo formato.
Nadie sabe lo que sucederá en la prensa española en los próxos 12 meses. Los datos empresariales de los grandes grupos españoles recogen caídas publicitarias incluso mayores a las tenidas Business Week, y la media de todos ellos se le acerca. Es el mayor drama vivido los profesionales que hemos echado los dientes con el papel. Lo peor es que en las facultades se sigue enseñando un modelo caduco, mientras algunos blogueros nos arrinconan sin dar una respuesta solvente.
SUSANA BLÁZQUEZ. PERIODISTA