Estamos escandalizados. Las violaciones en grupo de chicos adolescentes a niñas menores, ’empiezan como juego…y luego se les van de las manos’, ha dicho un responsable del GRUME (Grupo de Menores de la Policía Nacional). Claro. El mismo tavoz se consuela a sí mismo, y quien sabe a cuántos más, añadiendo: ‘en general no hay grandes lesiones, solo se utiliza la fuerza necesaria para consumar la violación colectiva’. ¿Estamos en un país de locos? O es que estamos enloqueciendo y no nos damos ni cuenta. Violencia y lesiones. El grado máxo de violencia es grabar escenas de alto voltaje a niñas que todavía no tienen madurez mental para calibrar lo que están haciendo y chantajearlas con
ser difundidas en la red, ante los padres o en los colegios, si no pasan el aro. Vergüenza y humillación. Callejón sin salida. Estudiosos del fenómeno, que nos trae a colación las recientes violaciones en grupo de Baena (Córdoba) e Isla Cristina (Huelva), o el tristemente famoso caso de Sandra Palo, aquí en Getafe, o esta misma semana, en Alcalá de Henares, donde el GRUME ha tenido que intervenir contra otro menor a quien se le ha ocurrido la estúpida e ignominiosa idea de colgar ágenes sexuales de su ex novia, y tantos y tantos casos de vejaciones, palizas, humillaciones, grabadas estos pequeños monstruitos aprendices de Tarantino, pero sin gracia y sin cerebro, sin educación y sin registro de culpa de ningún tipo. Lo cual enlaza directamente con el problema de la desmotivación, la falta de valores y la fallida educación que les estamos dando. Es en las familias, entorno social, colegio, donde se forjan los sistemas de conducta. Cabe preguntarse, qué está fallando en una familia, cuando su retoño no es capaz de interiorizar que con su conducta infringe un daño irreparable en su vícta, y no es capaz de registrar ni un atisbo de culpa. Pequeños psicópatas reales de los que no se puede colegir que es la edad la que les quiebra la moral, sencillamente no la han adquirido. ¿Qué parte de responsabilidad tenemos que cargar los padres? Cabe preguntarse dónde estábamos nosotros cuando nuestros hijos eran bombardeados, a través de la televisión, del uso indiscrinado y abierto de intet desde los seis, siete u ocho años de ágenes de sexo violento, de nografía pura y dura, de indeseables pedófilos buscando carnaza inocente. Este es el prer espacio. Donde se forjan los valores, las conductas, la
conciencia de la responsabilidad propia. Y ahí, muchas familias hemos mirado para otro lado. La codicia banquera que ha arruinado el sistema, también ha tenido su vertiente en la codicia familiar, que ha arruinado la educación en valores de los hijos. El tiempo de leer un cuento, jugar con ellos, se los hemos dedicado a ganar más dinero, a tener mejores cosas materiales. Y ahora nos encontramos con un campo sembrado de minas.
Concha Minguela.
Directora de Gente en Madrid.
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