Son unos piojosos. Es la palabra mas suave del diccionario secreto de Cela que se me ocurre para definir a estos “chupópteros” de la SGAE, quienes, tras armarla con los peluqueros catalanes sintonizar la radio mientras cortan el pelo a sus clientes, ahora ponen la guinda de sus despropósitos en dos casales de la tercera edad de Ripoll y Campdevànol a los que pretenden cobrarles derechos de autor ver la tele y, todo ello, con absoluta punidad y desvergüenza cuando los de la Comisión Nacional de la Competencia acaba de definirlos como “monopolio”. Ya está bien de reclamar dinero para unos autores que cobran de todo quisqui y que, lo que se dice, nunca ven aumentar sus menguados ingresos. ¿Por qué será? ¿Tal vez, que los directivos que los administran no saben lo que se traen entre manos? Sea lo que sea, lo cierto, es que los de los hogares de nuestros mayores es como lo de los festivales benéficos, una puñetera desvergüenza cocinada a fuego lento en una salsa de desfachatez intragable para las personas de bien, que no solo no vivos del momio, sino que además pagamos religiosamente nuestros puestos, como también lo hacen los cines, las radios, las televisiones, los editores de discos y todo aquel que se ve obligado a pagar derechos de autor que su negocio tiene algo que ver con “el innombrable monopolio”. Y dado que eso es así ¿cuantas veces más hay que pagar lo mismo? Y para finalizar ¿ que no dejáis en paz a los Casales catalanes y os vais con la música a otra parte?