Y le dijo al mundo con la mano en alto y la Biblia delante, en nombre de Dios, que sería un hombre de bien. Hace un año de aquellas palabras. Y en esos días, en 365, ha sido nombrado Nobel de la Paz y ahora la vida le organiza un problema para probar la eficacia de su gestión, y que Dios le ampare. Una niña aparece entre los escombros y tiembla, no sabe quién es, ha perdido a su familia, eran pobres antes pero estaban todos. Ahora solamente llama a mamá. Y los marines la recogen y tienen un cuerpo más. Uno que se ha salvado que ya no se encuentran personas. Solamente se pasa de largo y se fotografían muertos. Un crucero de gente rica para y contempla el horror. Es la cara y la cruz de la vida que nos ha tocado mirar. Ellos tienen tanto, están en pleno mes de enero de vacaciones, y los otros, no tienen nada. Ni siquiera agua para sobrevivir. Y el crucero deja que salgan a ver cómo ha quedado Haiti; otra excursión más.
Y es posible que ellos miren a través de un objetivo para conservar una agen, y qué me dicen los que se ponen delante como si de un corresponsal se tratara. Mierda. Eso es lo que es, y eso es lo que son, que nunca en la vida hay que pisar al que se ha quedado sin nada. Y seguramente esos, no han hecho una transferencia para darles algo de su dinero. Ellos solamente pisan el desastre y vuelven a un camarote que les permita olvidar con fresas y champán. Y si en el desayuno de Oración José Luis pide alguien que sea los haitianos que tienen menos que nosotros, no tienen nada. Nosotros, los del prer mundo, los que ahora presidos la UE leída así, somos españoles nacidos en democracia, somos el país que ha vivido entre chorizos y maleantes, entre una corrupción que ha devastado al país que en nada se parece a un terremoto pero que ha dejado sin empleo a inmigrantes que vinieron aquí a hacer ricos a otros y ahora al resto de la población. Las pymes que en España han mantenido el tejido empresarial cierran, salen a concurso y nos hacen prever que la España de charanga y pandereta ya no tiene nada que rascar. Empezar o continuar en el desastre en el que se haya es fruto del enriqueciento de unos a costa del trabajo de los otros. Y de nuevo se vuelve la moneda; los ricos, cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres.
Y de nuevo una réplica. Siete días más tarde para que Obama celebre su “yes, we can”. Hace un año de aquel momento mágico que vivió Washington. El prer presidente negro le decía al mundo que éste había cambiado, y hoy, celebrará que es presidente pero tiene un problema enorme que solucionar. Tan grande, que la tierra replicó de nuevo.
¿Cómo le llegará la ayuda a los haitianos? ¿Dónde están los camiones? ¿Dónde se almacenará? Su presidente no lo sabe. Ellos no pueden.
Ellos no pueden decir eso del “yes, we can”. A ver si nosotros podemos hacerlo. 300.000 familias en la calle, 75.000 muertos. Obama, vosotros podéis, solamente eso es cierto, como que la Tierra diga de nuevo aquí estoy. Y contra eso no se puede luchar. Y mientras tanto, los periodistas relatan cómo una niña trata de saber dónde está. Y eso, no se puede decir con palabras. Se lo aseguro.
Por Haiti, no les olviden. Nunca hay que olvidar a quien nos ayudó, que entonces, nosotros decíamos, “yes we can” pero nadie estaba al otro lado. Ayúdenles y se ayudarán. La vida es una largo caminar y el que siembra recoge.
Y mientras nosotros, pensando si Karmele va a Eurovisión.
Ana de Luis Otero
Periodista