En la Tierra a sábado, noviembre 16, 2024

UN DISFRAZ LLAMADO JUAN

He visto desfilar en el carnaval de la vida en estos días a un hombre vestido de príncipe llamado Juan. Una persona que como tantas se presenta, seduce, le dice a su presa que es maravillosa y luego resulta que se ha convertido en una rana. Un político del amor, uno que consigue votos que lo necesita su palmarés. Solamente experenta con las personas como tantas otras que en Carnaval se visten con una máscara que luego les arrebata la vida y en tres días desaparece. Supongo que ustedes en estos días de febrero en donde se mezclan las emociones, las sensaciones, curiosamente la nieve y los colores de las carrozas, habrán visto a muchas personas que bien podrían ser Juan. En esta semana en la que la crisis parece no desfilar y en donde la alegría llena las calles de Madrid. Una semana en la que se canta al amor cuando el amor existe, convergen con las fiestas de las personas adultas que aprovechan un atisbo de su lucidez y se transforman en alguien que verdaderamente quisieran ser. Eso le pasa a los políticos que en su carrera pueden ser Juan y llevan varios disfraces según suceda el día.

 

Y así es Juan, en este siglo de las comunicaciones en donde nada parece auténtico, en donde asistos a un carnaval eterno que día tras día parece no cambiar, vemos cómo la sociedad se convierte en mediocre, comienza a vulgarizarse y todo vale. Ya no hablamos de crisis que ahora hay que bailar, ya no nos ta que Haiti se hunda que hace un mes de eso, ya no tiene sentido que pensemos en los demás, que los demás son un escaparate que están expuestos sin sentientos ni dolor, son inermes y están exentos de inocencia.

 

Pues bien, hay personas todavía en esta España nuestra que no son Juan. Son personas llenas de vida, personas que se agarran a la vida que ésta no les ha sido fácil, personas que son generosas y saben amar y no necesitan de los carnavales para vestirse de Cenicienta. A esas personas, que afortunadamente son la mayoría, les dedico este escenario en el cual aún podrán pedirle a la vida que sea justa, que sigan siendo como verdaderamente son, que luchen creer en el ser humano; que el ser humano es lo mejor que tenemos en el planeta. Y esos disfraces que andan hoy la calle, representan a las personas que no saben aún lo que son, que son capaces de hacer daño o de quedarse detrás de la máscara que les confunden entre los que desfilan el carnaval de la vida y dejan un sple mensaje frío y sin pudor. Y luego la noche, cuando el día se apaga, miran alrededor y ya no son un príncipe, ni siquiera existe Cenicienta, y tampoco una rana como decía el cuento.

 

Son personas de ca y hueso, personas que son capaces de sentir y dar y otras, con la máscara, solamente son capaces de fingir. Pero a pesar de todo, como la vida es justa, Juan encontrará el sentido a su vida al final, tendrá que vivir sin máscara y febrero se terminará cuando entierren la sardina. En cambio Cenicienta, cuya dulzura ha estado siempre marcada la vida, sigue brillando sola, no necesitará disfraz, ni la carroza ni el traje azul que la ado, no necesita que la quieran que es querida allá donde vaya y no espera un príncipe. La vida le ha puesto muchos príncipes sin buscarlos, lo que sucede es que ella no se quiso subir a ninguna carroza. Cenicienta espera que la salud le de una otunidad de nuevo que al bajar de la carroza se dañó, espera encontrar a alguien que no se esconda bajo un disfraz en un día de Carnaval. Madonna en cambio retoza con su nuevo novio en los Carnavales de Río y que le quiten lo “bailao” ahí no hay sentientos, ahí solamente existe el cachondeo.

En la normalidad de nuestra vida, cuando España se quite el disfraz y ya no veamos a Juan el príncipe, deambular los bares o el mágico mundo del “enter” de intet, Cenicienta volverá a brillar que Dios le dará lo que le falta y la rana se quedará en paro. Entonces, entenderemos que este momento de gloria al que asistos los españoles que queremos tapar hache o b en una noche nuestras miserias, sigue en el mismo punto de salida. Los que están en paro se quitarán la máscara, también irán a enterrar a la sardina que cuatro millones de personas están sin hacer nada en estos tiempos que corren, aún las nieves vienen a visitarnos, y en año de nieves, habrá año de bienes, y entonces, cada uno de nosotros cuando caiga la noche dará gracias a Dios lo que tiene, no lo que no tiene. Si tiene hijos, agínese usted qué triunfo, si tiene familia, es una bendición, si tiene amigos, cuéntelos con los dedos de la mano, si tiene trabajo, crea que es una fortuna y si tiene salud, mire cada amanecer y dele un valor a la vida. Juan es posible que siga siendo sensible, capaz, cariñoso, leal, rico, encantador, amable, entrañable e presionante. Con ese equipaje puede ir donde quiera y no necesitará disfraz.

 

Juan decía cuando tenía su disfraz puesto y estaba subido a su carroza llamada La Cuba que él deseaba que todo fluyera sin paciencias, ni inquietudes ni tensiones y eso no suele suceder en Carnaval. Decía que nosotros estábamos aquí para siempre, aun cuando no nos viéramos o no volviésemos a hablarnos de la forma que lo hacíamos ahora estaríamos para siempre que el carnaval no es eterno. Y así espero. Cuando las cosas vuelvan a su ser y la madurez llegue al reino de los príncipes que se disfrazan en Carnaval quizá sea capaz de aprehender la vida y lo que es verdaderamente tante, quizá, aprenderá a amar ya que eso dura de vida. Y no ta. Cuando una persona sabe que eso es cierto, a pesar del devenir de la vida, perdona, y Cenicienta, sin traje, esperará a que venga el príncipe el día que quiera para decirle que la amistad existe enca de muchos errores humanos. Y así se acabará el carnaval que como decía Juan, nosotros estamos aquí para siempre. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

 

Y ahora siguen los carnavales tres días más, habrá Juanes, Marías, Martas, Pepitos o Zutanitos deambular con charanga y pandereta esa que lleva el país a diario, y así, José Luis, el que más disfraces tiene, dejará un momento su tensión diaria y la relajará con Tere que ya no vestirá de morado cardenalicio, tampoco estará Sinde, disfrazada de disco de platino, ni Leire con su escoba queriendo ser la bruja de Blancanieves, ni Pepiño que creerá ser piloto unos días, ni Manolo, que se sentirá el Rey de los Andaluces, todos, desde Juan hasta el más pintado volverán a ser lo que eran. En el Carnaval catalán PSC y Ciu buscan en Cataluña una campaña para combatir el desafecto. Se ha fragmentado el electorado y está más preocupado Montilla que Mas. José Luis y Rajoy se alejan del pacto y éste últo considera que los engaños han sido demasiados en estos años. Europa en los comienzos del carnaval casi rozó la catástrofe dos horas antes de la cumbre ya que el plan de rescate para Grecia seguía bloqueado. Van Rompuy convocó a Sarko, Merkel y Papandreu y les leyó el documento final Mientras en Madrid, la miseria que no es un disfraz obliga a 250.000 personas a pedir comida a la beneficencia. El banco de alentos distribuyó solamente en la región de Madrid, seis millones de kilos en 2009 y entonces no estábamos de carnaval. Gabilondo vestido de profe cree que es posible el pacto de la educación. Celda 211 es la gran ganadora de los Goya, y aquí no hay disfraces, hay actores para descubrirse. Un poco más arriba, Madeleine de Suecia le dice al mundo ahora en carnaval, “puede que Jonas no sea un príncipe, pero es mi príncipe”. Eso lo dice una princesa, agínense lo que pueden decir las mujeres que ni siquiera lo son pero que son afectivas y sienten que el prero que llega y lo sienten cálido puede ser su príncipe.

 

Doy válido que en carnaval todo el mundo finja ser lo que no es. Lo más tante es saber quién es uno y si usted ha dicho la verdad y ha querido, la vida le devolverá con creces lo que ha dado, que repito, el carnaval de la vida, solamente dura siete días y la vida, si se tiene salud, es muy larga. Lo malo es que a veces el ser humano es vulnerable, tiene miedo y cae en el prer disfraz que se presenta creyendo que todo el mundo es bueno, como decía Summers y hay que darle una otunidad a la vida y hay que saber perdonar. Como decía la canción hay que cantar de vez en cuando, “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”. Esas máscaras eran ricas, cálidas, entrañables, e presionantes y sobre todas las cosas tenían un nombre propio. A todos los Juanes que bajo un disfraz han actuado mal en carnaval, siempre hay un momento para cambiar y que sepan que las cosas en la vida siempre son algo y si no, lean a MVM. Ha salido el prero de los tres tomos de los artículos del maestro del periodismo, Vázquez Montalbán. El es auténtico, no necesita máscaras, ni disfraces, ni carrozas y tampoco se llama Juan. Y si en carnaval usted quiso mucho un instante, eso que se lleva delante, a pesar de haber perdido un zapato, a pesar de saber que la carroza ha desaparecido y a pesar de que el príncipe resultó ser una rana. Y lo más tante, solamente se quedará con los sentientos. Solamente ese instante, merece la pena vivir, se lo aseguro.

 

 

Ana de Luis Otero

Periodista

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