Desde siempre, la confianza ha sido uno de los pilares sobre los que se ha asentado tanto la empresa como la economía y esta crisis económica dura y desagradable como pocas, ha tenido la función de hacer explicita tanto su carencia como su responsabilidad en el deterioro económico de nuestro país. La confianza, se ha convertido en estos momentos, con más fuerza que nunca, si cabe, en un ingrediente prescindible de la economía y sin la cual, no es posible el funcionamiento de las fuerzas que concurren en ella.
Todo ello parece saberlo nuestro presidente del gobierno, visto el empeño que pone en trasladar confianza y optismo sobre nuestra economía, aunque ese ahínco es inversamente procional a los logros que cosecha, visto el desano y la desconfianza que circulan la sociedad española y los mercados internacionales.
Porque una parte tante a la hora de transfundir confianza, gira en torno al “como” se debe hacer cuando estamos hablando de una sociedad adulta, aunque posiblemente algo indolente, desde el punto de vista sociológico. Y aquí no caben voluntarismos. Si lo que se busca es conseguir efectos reales sobre el estado psicológico de los ciudadanos, ello solo se consigue poniéndose al frente de la sociedad, contando a sus miembros como estamos y describiéndoles, paso a paso, como podemos salir del agujero. En definitiva, es el Gobierno el que debe ejercer el liderazgo y trazar la hoja de ruta para sacar a este país del desastre en el que se encuentra.
No se ha optado esa vía políticamente correcta y razonable, quizá que comta un alto grado de desgaste que el Gobierno no parece dispuesto a asumir. Quizá ello, es la “sociedad civil” (escrita con muchas comillas) la que ha decidido sustituir al poder político pidiendo al ciudadano que asuma un papel que no le corresponde y que le saque las castañas del fuego al quienes nos gobierna. Y ello se quiere hacer con un slogan y una campaña de propaganda. ¡Virgen santa!
La sociedad civil esta vez sin comillas tiene un papel tante que jugar en la vertebración de todo Estado moderno y avanzado, aunque resulte más que dudoso que ese juego sea el de sustituir a los poderes públicos. Cargar a la sociedad con la responsabilidad de que estosololoarreglamosentretodos, se me antoja un tanto arriesgado y sobre todo es cargar sobre ella una responsabilidad que yo no quiero para mi, entre otras cosas que todo mi tiempo esta dedicado a gestionar un crédito que no me conceden, a recuperar un IVA que no me devuelven, a tratar de vender un producto que mercado muerto, a tramitar la apertura de una empresa en cuyo proceso la administración lleva cinco meses toreándome y en gestionar un excedente de plantilla que me va a llevar a la ruina.
Así las cosas, cabe preguntarse: ¿quiencoñosomostodos?
Carlos Díaz Güell, es editor de Tendencias y profesor de la UCM
