Galicia ha generado durante los últos doscientos años dos clases de políticos perfectamente diferenciados. De una parte, los que buscan hacer carrera en Madrid como Ministros o subsecretarios y de la otra, los que ansían que su tierra, tan castigada la emigración y la penuria, salga de la “negra sombra que la asombra”. En el prer grupo, podría situarse el histórico republicano Casares Quiroga, quien fue Ministro en cuatro carteras, una de ellas las de Marina, para la que no estaba especialmente dotado, lo que su paisano Fernández Flores escribió un propio que definía con reconocida “retranca” tal nombramiento: «Habrá influido en ello el que don Santiago tenga un yate, el Albatros, aunque no navega mucho en él, pues en cuanto rebasa el castillo de San Antón se marea». Otro gallego de parecido estilo, o sea, de los que agarra al cargo ministerial, era Camilo Alonso Vega, que a los ochenta años reclamaba, todavía, a Franco, su continuidad. Eran los tiempos en los que Fraga y Cabanillas irrumpían en la Dictadura, a golpe de gaita, intentando darle un aire de modernidad al Régen que agonizaba lenta, pero inexorablemente. Después han venido otros como Calvo Sotelo y Bustelo, o los cuatro mosqueteros que adornan el actual Gobierno Zapatero. ¿Qué tienen en común todos estos señores y señoras?: Su inquebrantable españolidad. No ha habido, ni habrá nadie, en todo el panorama político nacional, que defienda, con mas ahínco y desbordante fervor, la idea de una España enca de todo lo demás, que un Ministro de origen gallego. Es como si al tocar poder en Madrid , se les olvidara que en su tierra es el lugar del mundo en el que viven menos gallegos y que sacar un billete de tren para viajar en el “Estrella de Galicia” es todavía una odisea. ¿Y quienes son los símbolos de los otros gallegos” querido periodista?: Castelao, Bóveda, Otero Pedrayo, Ferreiro y un poco Paco Caamaño cuando deje el momio de la Justicia. Por supuesto, Pepiño Blanco, no. El de Palas do Rei es la versión inculta del que fue Presidente del Consejo de Ministros cuando se inició nuestra Guerra Civil y eso, ya no tiene remedio.
Manuel Fernando González Iglesias
Editor y Director
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