En la Tierra a jueves, 2 mayo, 2024

INCONTINENCIA COMPULSIVA

Con los poderosos medios de comunicación que gozamos y padecemos, el falseamiento de la realidad, se han convertido en una poderosa arma política y la veda del “vamos a contar mentiras” se ha abierto hasta el extremo de convertirse en un gran juego que cada día se practica con mayor descaro y menor vergüenza entre la clase política española. Y como sale gratis, pues a abusar. El problema es que aquí nadie se rasga las vestiduras y la parroquia esta encantada de haberse conocido. Como suele ocurrir y aunque nadie quede al margen de esta deleznable forma de entender el ejercicio de la política, el Gobierno y el partido que lo sustenta aunque solo sea que les toca mandar son el centro de las acusaciones de utilizar la mentira “la manifestación contraria a lo que se piensa, sabe o dice”  como herramienta política para asegurar su supervivencia.

 

El asunto, que no deviene en escándalo que la sociedad española sufre una especie de indolencia producto de una posible narcolepsia generalizada, tiene multitud de referencias que no solo se circunscriben a las relacionadas con la crisis económica, sino que se propagan como la famosa mancha de aceite todos los rincones de  la vida pública y lo hace sin que nadie se ruborice ello.

 

A raíz de la crisis griega, nuestros dirigentes políticos siguen erre que erre tratando de ofrecernos el lado amable de nuestra amarga situación económica y periódicamente continúan lanzándonos mensajes minizando la situación en la que nos encontramos y anunciando que todo ha pasado. El caso es no adoptar las medidas que desde todos los foros responsables nos aconsejan tomar si no queremos caer en el hoyo.

 

Pero con ser deleznable este tipo de comtamientos, lo doloroso de todo esto es que la ciudadanía asiste a este proceso con una cierta indolencia  que a uno le lleva a recordar que en septiembre de 2008, Pedro Solbes, dijera en sede parlamentaria aquello de que “nosotros no hemos negado nunca la crisis”. Y se quedó tan ancho. Y nada pasó. Sin embargo,  las hemerotecas permanecen dejando indeleble huella de la falsedad de su aserto desde mediados del año anterior, sin que nadie le pusiera colorado.

 

En esta nueva forma de entender la política y que coincide con la aparición en escena de Rodríguez Zapatero, hay que reconocer que el presidente ha “pecado” mintiendo hasta el empacho. Quizás un problema de lo que podríamos denominar incontinencia verbal o como se le ha llegado a acusar, de “disonancia cognitiva”, que significa que una persona mantiene a la vez dos convicciones distintas o contradictorias. Hay que reconocer que Zapatero se ha metido en jardines que le han obligado a decir cosas que no las hubiera dicho nadie con las ideas claras y que aun hoy seguos pagando las nefastas consecuencias de sus palabras. Para la memoria, ahí queda uno de los deslices presidenciales más recordado y que todavía hoy amenaza con generar situaciones de tensión profundas, cuando dijo hace cuatro años aquello de “apoyaré la reforma del Estatut tal y como salga del Parlament”. Posteriormente, el presidente Zapatero negó con vehemencia y sin titubeo a Iñaki Gabilonado que hubiera dicho lo que dijo en el Palacio de Sant Jordi. Hoy, penamos la incontinencia verbal del presidente del gobierno y todos encantados de habernos conocido.

 

Allá donde se busque, aparecen restos de testonios que nunca debieron ser pronunciados respeto a la ciudadanía, aunque todos sabemos cuando depreciado esta esa condición. La crisis económica junto a la negociación con ETA y algún otro pasaje de menor calado, acaparan comtamientos que seguro están sirviendo de investigación de alguna tesis doctoral en la medida en que en estas cuestiones el presidente ha batido récords en no decir verdad. El seguiento de sus palabras resulta demoledor.

 

La retahíla de mentiras, engaños, falsedades, patrañas, queras, embustes…. no tienen fin en la vida pública de nuestro presidente del gobierno y se mire donde se mire aparecen perlas cultivadas que pasaran a la historia de lo que no debe ser la práctica política, aunque en todo momento ha estado bendecida poderosos medios de comunicación que han blindado a nuestro hombre en un ejercicio de mala praxis periodística.

 

Esta forma de entender la política debería quedar desterrada si los políticos que la practican tuvieran un míno de respeto los ciudadanos o estos tuvieran suficiente capacidad crítica para hacerles un hermoso corte de mangas y mandarles a la oposición una larga temada. Sin embargo, da la sensación que este ejercicio no penaliza suficientemente en España y que enca pran otros intereses que a la postre respaldan este tipo de actitud a “mita” comino entre la incontinencia verbal y la mentira compulsiva.

 

Carlos Díaz Güell

periodista, profesor de la UCM y consultor

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