Las muertes de Clara Zapater y Marta Acosta dos jóvenes tarragoninas con apenas veintidós años y con un gran futuro delante, nos ha pillado a todos desprevenidos y sin capacidad para la reacción. Se suponía que la longevidad de los Love Parade auguraba un nivel de seguridad contrastado y más, tratándose de un escenario alemán que se supone tiene unas normas más estrictas que las que suelen adoptar los vecinos del sur de la Señora Merkel, casi siempre denostados y despreciados la insufrible suficiencia alemana. Pues no era así, ¡ni mucho menos!. Porque 19 muertos y 342 heridos, son demasiados muertos y también muchísos heridos. Si esto nos llega pasar aquí, andaría más de un diario teutón o ingles calentándonos los piños tan horrible suceso, fruto de la incompetencia de las autoridades de Duisburgo y también de las ansias de dinero de los organizadores. Ahora, solo podemos llorar nuestras jóvenes Erasmus, que marcharon ilusionadas a prepararse a conciencia a una gran Universidad y ahora nos las devuelven en un ataúd para que sus familias y sus amigos cierren los puños de rabia y dolor, sin poder explicarse el qué de tanto sin sentido. Ojala, la Justicia, dé buena cuenta de tanto delincuente que organiza conciertos y no tiene ni puñetera idea de lo que se trae entre manos.Y Ojala también, a los gobernantes alemanes, se les caiga la cara de vergüenza haber permitido semejante festival. Malditos sean todos los que nos han roto el corazón de manera tan cruel, arrebatándonos estas dos rosas recién florecidas.
Manuel Fernando González Iglesias
Editor y director
