Va cumplirse un mes desde que un grupo de mineros chilenos, en número de 33, se encuentra enterrado a 700 metros de profundidad en la mina San José. Va a cumplirse un mes desde que los medios de comunicación han encontrado su particular culebrón veraniego con que satisfacer nuestro morbo y hasta han desplazado a enviados especiales para que cubran la noticia y nos detallen hasta las cuestiones más nias de tan llamativo suceso.
Mi lector considerará que soy extremadamente pesado al volver a abordar el asunto de mi anterior artículo en esta tribuna, cuando recordando la obra de Watzlawick, ¿Es real la realidad?, mostraba mi tristeza las diferentes varas de medir utilizada los medios de comunicación y, ende, la sociedad española, resaltando la desproción existente entre el tratamiento mediático dado al terremoto de Haití y el desastre que vive Paquistan y que está costando la vida a miles de personas, ante la poco menos que despreocupada actitud de las veraneantes sociedades desarrolladas.
Hoy, los medios de comunicación han encontrado un sustitutivo a Haití en la mina San José, aunque sigan manteniendo un exasperante olvido de las inundaciones paquistaníes y del sufriento de cientos de miles de seres humanos. Sabemos todo de los 33 mineros chilenos: qué comen, cual es su estado de áno, el nombre del futbolista fracasado, el tipo de máquina que se está utilizando, la técnica empleada y así hasta donde usted quiera. Los medios, han decidido qué es realidad y si ésta es real o deja de serlo en virtud de extraños parámetros que no son tan extraños cada vez que recordamos que “la esteban” es la reina del mambo y la líder de las audiencias.
Parodiando a Forges, que también tiene a bien recordarnos de vez en cuando en una esquina cualquiera de sus viñetas aquello de “no te olvides de Haití”, yo coloco en otra esquina de de mi viñeta de texto aquello de “no nos digáis que realidad es real”.
Carlos Díaz Güell, es editor, profesor de la UCM y consultor en comunicación empresarial