Para los miles y miles de ciudadanos que piden que se recorten los gastos infecundos públicos o privados, ahí tienen un claro ejemplo de chocolate de loro que incorar a la lista.
Para los miles y miles de autónomos y pequeños y medianos empresarios que se preguntan para qué valen las carísas cámaras de comercio, financiadas todos ellas de marea obligatoria, ya saben a que se dedica el pastizal que nos sacan a cambio de nada.
Para los buenistas a los que les gustaba la idea de que se contara con ellos para sustituir al gobierno en sus responsabilidades, ya tienen claro que el “entre todos” engloba, efectivamente, a casi todos como a funcionarios públicos, pensionistas y demás tropa pagana que conforma esta sociedad y que ha sido enviada a prera línea del frente con objeto de detener la sangría económica que nuestro ejecutivo no ha sido capaz de taponar de otra manera.
Ahora ya sabemos para que han valido los cerca de cinco millones de euros gastados en una campaña publicitaria que nos quería obligar a ser cómplices de quienes lo único que parecían buscar era el medre personal y el apoyo interesado a una clase política que se ha demostrado irrelevante en los momentos duros.
Hoy, entrar en la web de “estosololoarreglamosentretodos” produce urticaria, y lejos de representar los restos de una civilización desaparecida, sigue siendo un monumento a la estulticia presente en casi todos los estamentos sociales y un recuerdo de que efectivamente esto, si se arregla, habrá sido posible a todos nosotros y a nuestros salarios y a nuestras pensiones y a nuestros derechos laborales y a nuestros puestos.
Para eso no hacia falta tanta campaña ni tanta leche.
Carlos Díaz Güell es editor, consultor de comunicación y profesor de la UCM
