El mundo de la televisión anda revuelto, lleva revuelto desde hace años y no deja de sorprendernos. La últa vez, tras la decisión de la Comisión Nacional de la Competencia de permitir la entrada de Telefónica y Telecinco en el capital de Digital +, tras el compromiso de los compradores de no participar en la gestión de la sociedad de PRISA.
Un pronunciamiento, este de la CNC, que será estudiado en el futuro malo, hipócrita y viciado en origen, aunque este país ha visto tanto malo en el sector audiovisual en los últos tiempos que parece curado de espanto y no está dispuesto a rasgarse las vestiduras nada.
Así que aprovechando esta especie de molicie que parece haber invadido al personal, puede haber llegado el momento de plantear la venta del segundo canal de TVE a la vista de la canina situación de las cuentas públicas.
Desde siempre ha existido una furibunda defensa de la televisión pública y aunque yo pueda participar de esa práctica, cada día estoy más convencido de que es un lujo y un desperdicio contar con dos canales que lo único que hacen es generar gasto y ofrecer muy poco a cambio.
Uno siempre ha sido un férreo defensor de la televisión como servicio público y razones de carácter estratégico parece más que razonable que el Estado cuente con un potente canal de televisión doméstico y otro internacional con el fin de mantener una relación razonable y respetuosa con el ciudadano.
Hace casi un año, la televisión pública era forzada a renunciar a la tarta publicitaria en favor de las televisiones privadas, aunque ello no ha tenido su contrapartida en una programación más acorde con lo que una televisión estatal debe brindar a los telespectadores y el contrario, ahí siguen manteniéndose programas infumables que distan mucho de parecerse a un servicio público. Así, un tal Boris nos da la brasa en un programa en pre te que estaría bien para cualquier privada con Belén Esteban de compañera, pero que no tiene sentido en una cadena estatal. Media hora antes del Telediario de la noche, un cuerpo nos pone al corriente del últo divorcio de fulanita o del penúlto ligue de zutanito. Entretanto y puede que en la 2, dicen que su presentadora cobra lo que no está en los escritos introducirnos en una cinta española mortecina y sin ningún tipo de encanto, la mayoría de las veces. Y así podríamos seguir repasando la parrilla de la televisión pública hasta concluir que Oliart nos da paja en vez de darnos trigo a precio de oro, en consonancia con una frase que se hizo famosa hace años en televisión y que venía a decir que “si la audiencia nos pide paja, la damos paja”. Solomillo es lo que nos tenía que dar la TVE lo que nos cuesta todos los años.
Llegados a este extremo, levanto mi voz a favor de la desaparición de uno de los canales de TVE. Puede que entre los dos, alguien sea capaz de sacar una y solo una programación aceptable y que la otra pase a engrosar la muy numerosa lista de canales privados de TDT y a vivir de lo que sea capaz de levantar al mercado.
Carlos Díaz Güell.
Editor, consultor y profesor de la UCM