En la Tierra a miércoles, diciembre 25, 2024

La medicina y el Sahara

No vamos a hablar de política. Éste no es el foro. Pero es difícil sustraerse  a lo que está sucediendo con el pueblo saharaui, un conflicto internacional que debería avergonzar e indignar a todo el mundo. Una conflagración que muestra con horror una deleznable falta de respeto la vida humana, la libertad a todo tipo de expresión y la capacidad de decisión que puede tener el  hombre para decidir su propio destino.

 

 

Y surge el espectáculo: llanto, gemidos, figuras corriendo desesperadas, gritos que piden ayuda, cuerpos sin vida, caras destrozadas una violencia desatada que revela la crueldad a la que puede llegar el ser humano. Y allí aparece la medicina para calmar el dolor, curar heridas, anestesiar el sufriento.

Si no fuera la asistencia sanitaria, el terrible espectáculo alcanzaría una visión dantesca. Médicos y enfermeras se afanan reparar los destrozos que otros causan. Ellos son los preros aquí en defender el derecho a la vida que está siendo vapuleado una dictadura enmascarada y farisea y, “la otra parte en conflicto”, medio ignorada una postura torata e indecisa y con grandes intereses “legítos de defender”. Ya se sabe, en política, y más aún si cabe cuando es internacional, se esgren argumentos vagos y cínicos para defender intereses nacionales, para justificar la no injerencia en otros países, para esperar que organismos supranacionacionales, creados además para la protección de los derechos humanos, intervengan decisivamente…

 

Y, en medio, un pueblo sumido en la miseria, que aclama su derecho a elegir dónde y cómo vivir. Un pueblo al que, tristemente, de nada le valen las palabras de condena el clamor de una buena parte del mundo. Y menos aún les valen las palabras de los políticos.

 

Es una pena que la palabra, principal vehículo de comunicación de la persona, no pueda evitar y parar esos desmanes y esos horrores. Cuando se pone la ley del absurdo y de la prepotencia parte de unos surge el sufriento en los otros. Entonces llegan los médicos y enfermeras y, en este enorme y disparatado contexto, apenas pueden hacer poco más que poner apósitos y esparadrapo para intentar parecer que se respeta la paz.

 

Mayka Sánchez

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