Lo prero, conviene señalar que desde que ha entrado en vigor la ley antitabaco, el ambiente que se respira en cafeterías, restaurantes y locales de copas, es infinitamente más lpio que hace unos días. Lo segundo, se puede estar de acuerdo o no con ellas, pero es incuestionable que las leyes están para ser cumplidas, y quien no lo haga debe atenerse a las consecuencias. Nos pongamos como nos pongamos, nadie está enca de la ley. También las más estúpidas deben ser cumplidas, como la que ha puesto en estado de crispación a la mitad de los españoles. Lo tercero, la libertad individual debe ser igualmente respetada. Fumar es perjudicial para la salud, como también lo es tomar el sol en exceso, abusar del alcohol o dormir poco. Pero allá cada cual con su salud mientras no afecte a la de los demás. Y supuesto, y cuarto, estoy a favor de preservar la salud del fumador pasivo. Con este cóctel en el que unos argumentos pueden convivir perfectamente con los otros, pongamos un poco de sentido común y no saquemos las cosas de quicio. Estoy a favor de que se prohíba fumar en lugares públicos cerrados y en las cercanías de zonas infantiles, pero rechazo la persecución a los fumadores. Son personas, no apestados, aunque huelan a tabaco que apestan. No entiendo qué razón no pueden reunirse en lugares habilitados para ellos a echarse su pitillo, ni entiendo qué le puede afectar al no fumador que alguien se siente en un restaurante en un espacio propio ya existente sin molestar a los demás. Es evidente que con el pretexto de mejorar su salud y la del fumador pasivo, el objeto últo de esta ley es que el fumador deje de fumar, pero es una decisión que se debe adoptar voluntad propia, no puesta. Y tampoco entiendo entonces que se permita la venta de tabaco en los mismos lugares en los que se prohíbe su consumo. Y ya el colmo del desquicie es la paranoia delatora contra el fumador. Una ley que invita a la delación anóna arrojando a unos ciudadanos contra otros es lo que faltaba para crispar aún más a esta sociedad. Por más que lo intento, y no soy fumador, no termino de acostumbrarme a tanto disparate. Lo siento los vecinos que van a tener que sotar a todas horas el bullicio de los fumadores que salen a la calle para darle al tabaco, los hosteleros que gastaron su dinero en acondicionar zonas habilitadas como les exigía la ley, los que van a ser denunciados un chivato, y en general, todos aquellos que creemos en la libertad individual. Entre regular los derechos y elinarlos, media un abismo.
Alberto Castillo
Director de Gente en Madrid