Carlos Herrera iba para ginecólogo pero decidió tirar la borda la carrera de medicina recién acabada para dedicarse a la radio y… acertó. Hoy es un periodista prestigioso y, sobre todo, creíble, que dice lo que piensa. Como además tiene la cabeza bien amueblada, sus dichos son muy apreciados su numerosa audiencia y temidos los que no comparten sus ideas. Ha picado tanta piedra para llegar hasta donde está que, los que sabemos de que va esto del dial, resaltamos esta faceta de su personalidad lo mucho que tiene de esfuerzo personal y de vocación irrefrenable. El País le acaba de censurar un artículo que le había pedido anteriormente que mezcla en él la ley del tabaco con la del aborto de forma tangencial. En ambos temas Don Carlos es un erudito. Como esta pobre criatura que les escribe, es amante de los buenos puros, sino que se lo digan a ETA, que le envió una caja con bomba incluida a Sevilla. Pero, sobre todo, como decía al comienzo de estas líneas, es también un Doctor en partos y demás quehaceres ginecológicos. Por eso, no entiendo el motivo el que le han borrado de las páginas de opinión del diario de los Polanco, ya que de los dos asuntos de los que ha escrito el de Cuevas de Almanzora sabe más que Juan Luis Cebrián de gestión empresarial, circunstancia que el caso del autor de La Rusa no le pide seguir escribiendo en el periódico que está a punto de arruinar. La envidia es injusta y muchas veces hasta irónica, sobre todo cuando uno sabe que esas decisiones de la Dirección del rotativo de Prisa van en contra de su propio código deontológico y el sentido común de la mayoría de sus lectores, que cada día entienden menos la línea editorial de los jerarcas que se aginan un mundo mejor desde la sede de Miguel Yuste, eso si, prescindiendo de la opinión de los que no piensan como ellos.
Manuel Fernando González
Editor y Director