Cuando viajo de Barcelona a Madrid siempre suelo dedicar parte de mi tiempo de ocio a viajar en el Metro madrileño. Lo hacia cuando tenía 11 años y venia de mi Ourense natal. Recuerdo que la prera vez que me monté en uno de de sus vagones me pasé varias horas de Cuatro Caminos a Ventas y viceversa alucinado con lo que estaba viendo, que, claro, en donde yo nací, solo existían “los carritos” que eran unos autobuses pintados de rojo a los que les costaba mucho llevarme de casa hasta los Maristas que era donde estudiaba. Esta semana he regresado a “mi” Metro y me lo he encontrado lpio y cómodo, pero con una duda que me dejó perplejo. ¿Cómo es posible que los madrileños este servicio paguen un euro y los barceloneses uno silar, con menos kilómetros construidos, eso si, apoquinemos un euro y cuarenta céntos de vellón? ¿No les parece injusto?. En fin, que me quedé pensando en el asunto y pasé el resto del día con la mosca tras la oreja. Compréndanme, soy un fan de los transtes públicos y estas cosas me gustan los mismo que cuando la Asociacion de la Prensa premia a mis colegas de la prensa escrita y se olvida de los que trabajan cada día en los sufridos digitales. Y lo curioso del caso, es que, guste o no, eso es ya el presente, como bien saben los grandes de grupos de comunicación. En fin, que va a haber que unirse para que nos tomen en serio, como también debemos hacerlo los usuarios catalanes en el asunto de los billetes del metro. El otrosi lo dejo hoy, para Esperanza Aguirre que acaba de dar una lección de coherencia a su partido al mantenerse en su sitio en el tema Cascos donde, a mi entender, tiene toda la razón del mundo.
Manuel Fernando González
Editor y Director