La SEGG, Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, promueve la conducción parte de los mayores siempre y cuando sus capacidades lo permitan a pesar de que con el envejeciento se produzcan alteraciones negativas en la conducción. Los mayores de 65 años representan al 10% del censo total de conductores, son más de dos millones, pero la cifra no es sinóno de riesgo.
Según los datos, las personas mayores que conducen no tienen una participación alarmante en los índices de siniestralidad, a pesar de que el envejeciento provoca una serie de alteraciones y disminución de la fuerza motora que, según la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, pueden influir negativamente.
‘Los conductores mayores de 65 años suponen un casi 10% del censo de conductores, un colectivo que debe ser tenido en cuenta debido a la aparición de una serie de cambios fisiológicos propios del envejeciento’, según afirma el doctor Jesús Minaya, miembro de la SEGG.
Pero a estos cambios también hay que sumarles ciertos estados patológicos que afectan a la capacidad de conducción, como las enfermedades cardiovasculares, endocrinológicas o trastornos neurológicos. Todas estas enfermedades conllevan el consumo de fármacos que, otra parte, aumentan las probabilidades de que se produzca un accidente.
Aún así, entre los diversos riesgos que puede conllevar estos cambios, se encuentra el exceso de confianza, ya que regla general no suelen tener conductas de riesgo o agresivas. Esto se ve reflejado en las estadísticas, en las cuales se presentan a los mayores como seguros con bajos índices de siniestralidad.
Desde la SEGG se promueve que la persona mayor sea lo más autónoma e independiente posible, pero siempre de una forma segura para ellos y para los demás a través de una valoración médica adecuada de las posibilidades de conducción en la persona mayor.
Seguiremos informando…