Hace unos días un aplaudido actor español afirmaba que el mundo de las grandes salas de cine estaba viviendo sus últos años y que el ver cine estaba en proceso acelerado de cambio. Aunque no se detuvo en explicar los sustitutivos de las salas, es fácil aginar que se estaba refiriendo al futuro consumo masivo de películas desde los hogares mediante los mecanismos que nos ofrece ya las nuevas tecnologías, plataformas de pago incluidas.
Unas semanas antes Zara, el gigante de la distribución española de moda, ponía en macha su tienda virtual, uniéndose a la tendencia general, lo que permite aventurar que con el paso de los tiempos, las cifras de facturación on line de la compañía gallega se irán incrementando en detrento de la venta tradicional en tienda.
Desde hace años vengo pronosticando –bien es cierto que con escaso éxito la progresiva desaparición de las oficinas bancarias como consecuencia de la irrefrenable presencia de Intet en nuestras vidas lo que nos permite resolver casi cualquier necesidad financiera sin salir de casa.
Mi hijo, que como es de aginar pertenece a un par de generaciones posterior a la mía, hace años que no visita un supermercado y resuelve sus necesidades de suministro cotidianas a través de la red llenando carritos de la compra sin necesidad de tocar una bolsa de patatas o de elegir los filetes de choto que pasan la sartén.
La administración pública, poco proclive a los cambios, lleva años avanzando en el mundo de los certificados digitales y DNI electrónicos, que en algún momento nos liberará completamente de de las famosas ventanillas y del vuelva usted mañana.
La puntilla a este proceso ha venido de la mano de la Ley contra el fumador y que está repercutiendo especialmente sobre los 340.000 bares existentes en España. Hoy, el sector de la hostelería está que trina la desbandada de la clientela, aunque uno piensa que en esta huida algo tendrá que ver el que una caña de cerveza esté enca de 1,50 euros (250 pts) o que una copita de Rioja esté más cerca de los tres que de los dos euros (330 pts). El caso es que la fuga existe y tras ello se vislumbra el final de una forma de vida que ha tenido a la calle como punto de referencia de la vida en nuestro país. Adiós a la partidita de mus o de tute de la España rural o semiurbana que muchos acompañaban con el farias de turno y adiós a una forma de ver la vida distinta a la de otros países de nuestro entorno, aunque no necesariamente tenga que ser peor.
El bar en España es uno de los últos reductos de la vida social de nuestra cultura, lugar de encuentro histórico de una buena parte de la sociedad española a la que gusta la calle con todo lo que ello comta y que parece estar en proceso de reconversión mor de un fundamentalismo que podía haber sido sustituido otras muchas alternativas.
A este paso, todos en casa y a cultivar el autismo.
Carlos Díaz Güell
Consultor en comunicación empresarial, editor de Tendencias del dinero y profesor de la UCM