Muchas son las personas que cada día tratan de alargar su existencia en este planeta Tierra, así como de que las cosas materiales e inmateriales perduren más para goce y disfrute de las nuevas generaciones. Muchos también son los adelantos científicos para lograrlo. Las grandes obras musicales y literarias perviven, enca de todo su calidad. Por eso hoy recordamos la aparición de un poemario, que arriba a sus 120 años de existencia.
En 1891 apareció en la ciudad de New York un cuaderno de poemas que revolucionaría la poesía en lengua española. Sin embargo, el ‘librito’ no fue un bestseller; sólo lo fueron conociendo los amigos del poeta, según lo iban recibiendo personalmente o correo. La posteridad es quien lo ha fijado entre los clásicos.
El poeta es José Martí y el cuaderno se títula Versos Sencillos. Recuerdos y anécdotas, sueños y fracasos entregó el escritor en poemas bien personales, de ra pegajosa que han llegado al alma contemánea a través de la lectura y de la musicalización.
Allí, en uno de esos Versos Sencillos y para nada sples el poeta se presentó con la frase ‘Soy el amor: soy el verso’, que hombre de amor y poesía fue sin dudas José Martí.
Quizá el sufriento y el dolor fueron sus mejores maestros. Su vida ínta fue una suma de angustias y desengaños. Adoró a su madre canaria, quien se pasó la vida reprochándole su dedicación a la libertad de Cuba. La hermana más cercana falleció adolescente, lejos de él. A los 16 años de edad casi muere en el Presidio Político, donde picó piedra de sol a sol en una cantera, y la salud le quedó marcada para siempre con una dolorosa tumuración inguinal provocada las cadenas que arrastró. Se enamoró con frecuencia, y especialmente de la esposa, pero vivieron separados que ella deseaba un compañero en el hogar y no un hombre de intensa vida pública.
Escribió su prer poemario Ismaelillo para su hijo, sin embargo, solo lo vio unos cuatro años de los que tenía el joven cuando Martí murió en Dos Ríos de cara al sol. Lo envenenaron, lo espiaron en su propio hogar, lo traicionaron más de una vez. Murió en su prer combate, sin ver a su amada isla independiente.
Pero escribió antes de partir a la guerra de independencia de Cuba que ésta se hacía el bien mayor del hombre. Fue un desprendido optista, enamorado del arte, de los amigos, de los niños, de los pueblos de Hispanoamerica, de los pobres de la Tierra, pero sobre todo de su añorada patria que lo vío nacer.
Una isla perdida en el mar
JULIO CÉSAR GÁLVEZ
Periodista
Exprisionero de conciencia cubano del Grupo de los 75