Estamos diseñados para ser físicamente activos y no para ser sedentarios. Una dieta razonablemente saludable, antes de la llegada de la industrialización alentaria, y la práctica regular de ejercicio físico moderado conforman un binomio cuyo fundamento biológico se remonta a los preros homínidos y a un estilo de vida que ha dejado una huella en nuestro actual código genético.
Así lo señalaba en la Academia de Ciencias de Bilbao el doctor José Antonio Lekue, médico especialista en Medicina de la Educación Física y el Dete. El experto subrayó la tancia de los cambios en los hábitos alentarios registrados a partir de la segunda mitad del siglo XX, “que no parecen especialmente pensados para la salud humana”.
Algunas de las características de la modernidad alentaria, como la denominó, son la desconcentración de las comidas en pequeñas ingestas dispersas a lo largo del día, la deslocalización en cuanto a la pérdida de las comidas tradicionales, la arbitrariedad en los horarios, la industrialización de los alentos y la medicalización de la alentación.
Si además el sedentarismo se hace dominante, tal y como sucede actualmente en las sociedades con mayor desarrollo económico, surgen las enfermedades como expresión de la ruptura de un equilibrio natural que se ha ido conformando con el paso del tiempo.
Se hace necesario recuperar antiguas prácticas alentarias saludables, como la regularidad en los horarios de las comidas, la vuelta a platos tradicionales de cuchara con alto valor nutritivo y, sobre todo, dar la tancia que tiene que tiene el acto de alentarnos en cuanto al tiempo que debemos dedicarle en cada una de las comidas del día.
Mayka Sánchez